¿Cómo un ‘simple’ experimento educativo promovido por una maestra del instituto Albarregas ha logrado dar la vuelta al mundo? Hace apenas una semana, este diario se hacía eco de que un proyecto puesto en marcha por la profesora Marta Rodríguez, tutora de 1º de la ESO B en el Instituto Albarregas de Mérida, se había hecho viral. La iniciativa consistió en publicar una fotografía con un texto escrito en un cuaderno en el que los 25 estudiantes de esta clase pedían que la imagen fuera compartida para comprobar cómo se difundía un contenido por Whatsapp y qué alcance podría tener. «¿Llegará a nuestras familias si solo la comparte nuestra profe en sus grupos de Whatsapp?», se cuestionaban. Pues bien, la fotografía no solo llegó a sus familiares en muy poco tiempo, sino que recorrió numerosos países del globo y, por ello, la cuestión ahora es adentrarse en la intrahistoria de esta exitosa iniciativa y en los resultados obtenidos.

La profesora explica que este proyecto se enmarca en el programa Foros Nativos Digitales, de la Consejería de Educación, en el que participan todos los tutores de Secundaria a través de las tutorías. La actividad original consistía en ver unos vídeos para crear un debate posterior entre el alumnado en torno a los usos de las redes sociales, pero Rodríguez quiso ir más allá: «Pensé en hacer una foto a un texto que los alumnos acordaran para plantear si en una o dos semanas sus familias la habrían recibido». Alcanzado este acuerdo, en torno a las doce y media de la mañana del pasado viernes la maestra envió ese contenido a tres grupos personales de Whatsapp. «Cuando a las dos del mediodía llegué al colegio para recoger a mis hijos ya había padres que habían recibido la imagen, pero es que a las seis de la tarde ya me estaba entrando por otros grupos y ahí fue cuando aluciné con la velocidad de difusión», relata. También le ha llamado mucho la atención que lo viral se haga noticia, porque «algo que ha nacido en las redes ha saltado a informativos o a prensa escrita». 

«Lo que más le sorprendió a los alumnos es que la imagen fuera recibida por mucha más gente aparte de su familia, porque consideran que whatsapp es una vía de comunicación directa para las personas de su entorno, no son conocedores de la magnitud que tienen las redes sociales que utilizan de manera habitual», asegura la profesora. «Muchos alumnos están sorprendidos con la difusión y estaban nerviosos porque otras personas del mundo, algunas de ellas que ni hablan nuestros idioma, estuvieran hablando de ellos, de una clase de un instituto de una ciudad de la otra parte del mundo», apunta. Prueba de ello es que al correo electrónico del instituto han llegado correos de otros centros educativos para trasladar que habían recibido la imagen y que querían formar parte de la investigación, algunos de ellos desde Japón, Australia, Venezuela, México, Colombia y Reino Unido, entre otros muchos países.

Las enseñanzas

El experimento cumplió con creces su objetivo, ya que los alumnos han podido comprobar el alcance que tiene lo que se publica en las redes sociales y ser conscientes de los peligros que puede suponer compartir contenido inadecuado. «La experiencia ha estado muy guay porque no pensaba que iba a llegar a tanta gente. Hay que pensar que si esa foto fuera peligrosa habría llegado a casi todo el mundo», sostiene la alumna Marian Gil. La delegada de la clase Claudia Puente reconoce que gracias a esta actividad ha aprendido que «antes de publicar algo de una persona hay que pensárselo». «Esperábamos que la imagen llegara a nuestras familias en cuestión de semanas y en solo unas horas ya había llegado a muchísima gente», destaca el alumno Francisco Sánchez.

La estudiante Cristina Vázquez señala que «estaba un poco asustada porque la fotografía hubiera llegado a tanta gente», aunque ahora es consciente de los peligros que puede tener difundir según qué tipo de contenidos. «A mis padres les ha parecido muy bien la actividad», asegura Derek Fernández. Sobre esta cuestión, la maestra añade que la respuesta de los padres ha sido «maravillosa». «Creo que todos los padres facilitamos móviles a nuestros hijos, pero a la vez estamos muy preocupados por el mal uso del móvil, además, muchos me dicen que es más difícil hablar con los hijos que tienen estas edades (entre 11 y 12 años) y ven bastante práctico que estos temas se traten en el centro», apunta. 

La docente explica que la mayoría de los alumnos de 1º de la ESO tienen móvil propio con redes sociales que no deberían de usarse hasta los 16 años. «Es necesario que eduquemos en cuanto al buen uso del móvil porque, por ejemplo, a nivel educativo muchas aplicaciones y plataformas hicieron que los alumnos pudieran seguir el curso durante el confinamiento», señala. Por último, destacar que Rodríguez seguirá trabajando para fomentar el conocimiento sobre este tipo de temáticas y ya está pensando en qué hacer para que los niños aprendan sobre la permanencia de los contenidos en las redes.