La Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG) alertó el pasado miércoles de la presencia de cotorras argentinas (Myiopsitta monachus) en el parque fluvial situado en la margen derecha del río Guadiana a su paso por Mérida. De color verde y muy ruidosa, esta ave procedente de Sudamérica está incluida desde el año 2013 en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras del Gobierno central por los múltiples perjuicios que causa, y de ahí que esté prohibida su tenencia, transporte y comercio. Desde el organismo hidrográfico se ha solicitado ahora a la Junta de Extremadura que establezca medidas de control para evitar que se asiente una población reproductora de la especie en la zona, no obstante, su presencia en la ciudad no es nueva.

Gerardo Pizarro, técnico de la organización ecologista Adenex, explica que la primera observación de esta ave en el entorno urbano emeritense data del año 2003, por lo que lamenta que casi dos décadas después no se haya tomado ninguna medida al respecto: «Es mucho más fácil actuar sobre un problema cuando hay dos ejemplares que cuando ya se llega al desmadre como en Madrid, Barcelona o Sevilla». Dicho esto, la situación en la ciudad no parece del todo alarmante, o al menos de momento, pues sostiene que la población actual de cotorras argentinas no llega a ser «muy significativa».

Pizarro señala que en la ciudad se han registrado observaciones de uno o dos ejemplares juntos, a lo sumo, pero por diferentes zonas. En su caso ha avistado estas aves en el paseo de Roma, en el parque López de Ayala, en el de La Isla y en el polígono Nueva Ciudad, entre otros puntos. Según destacó la Confederación, la detección de esta ave se ha producido gracias a los trabajos de vigilancia y alerta temprana de especies exóticas que el organismo de cuenca viene desarrollando desde hace años. El integrante de Adenex anima a los ciudadanos a que notifiquen a las instituciones la presencia de especies invasoras, mientras que a estas les pide que tengan en cuenta las observaciones para tomar medidas.

La cotorra argentina, que durante años fue considerada como un animal doméstico, es un peligro para la flora y fauna local, ya que puede llegar a desplazar especies autóctonas. También puede ser dañina para las instalaciones eléctricas y generar molestias a la ciudadanía por los ruidos que emite, entre otras cuestiones, por lo que de ahí la necesidad de ponerles freno.