Me solicita Pelín una reunión y acudo a su convocatoria allá por la loma del Polvorín que es lugar donde suele relajarse porque dice que allí nunca llueve y le pilla a tiro de piedra de la parroquia de San Andrés de Cantarranas donde a veces de incógnito le hace de monaguillo a Rafael Navarrete sorteando los efluvios que desde las estufas que calientan el pedazo de templo emanan (Iglesia grande en barriada pequeña). Pelín quiere que abra una academia donde se enseñe a la gente a doblar los prospectos de los medicamentos, esas largas tiras de papel que una vez desplegadas no hay manera de volverlas a doblar como estaban y, mucho menos, volverlas a meter en el cajón de los medicamentos. 

También quiere instituir un premio especial para quien haya sido capaz de leer el ‘Prospecto de información para el usuario’ entero, ese que contiene la utilísima indicación de ‘Fecha de la última revisión de este prospecto’ sugerencia que, como es bien sabido, alivia mucho las migrañas, por decir algo. Como te pille en una urgencia y tengas que leerte el contenido del envase en su totalidad es mejor que antes llames al Ocaso o a Santa Lucía; es más, el enterarte de los ‘Efectos adversos frecuentes al tomar este medicamento’ unidos a los ‘Efectos adversos poco frecuentes’, más los ‘Efectos adversos raros’ unido a los ‘Efectos adversos muy raros’ y los ‘Efectos adversos de frecuencia desconocida’ hacen que te preguntes si esa medicina es para curar o para rematar, acabando la mayoría de las veces por no tomarla, total, va a ser peor. 

Puestos a informaciones de utilidad son imprescindibles los países donde está autorizado el medicamento porque así sabes que en Bulgaria, Finlandia, República Checa, Rumanía o Albania morirá gente de lo mismo que tú pero en otro idioma. Uno de los que tomo se llama Rosuvastatina y tiene, ya lo habrán notado, nombre de personaje de Dostoievski, el prospecto mide no menos de un metro (no es broma) y solo en advertencias y precauciones se estira 30 centímetros para concluir con un ‘En caso de duda consulte a su médico’. ¡Atiza, pues podían haber empezado por ahí y yo tirar a la papelera el prospecto. Y es que nunca llueve a gusto de todos y, menos, en Cantarranas.