Un Jueves Santo con sabor a barrio y tradición cofrade. Mérida vivió ayer una jornada gloriosa en la que volvió a demostrar el porqué su Semana Santa es merecedora de ostentar desde el año 2018 el título de Fiesta de Interés Turístico Internacional. En el día cumbre de esta festividad en la capital autonómica, cuatro cofradías pusieron sus pasos en la calle para realizar una brillante catequesis plástica ante los cientos de emeritenses y visitantes que las arroparon durante sus recorridos procesionales. Mérida tiene la fortuna de poder mostrar al mundo el discurrir de sus procesiones junto a imponentes monumentos romanos, coetáneos con la época en la que se desarrolló la pasión, muerte y resurrección de cristo.

La primera de las cofradías emeritenses en echarse a la calle fue la de la Vera Cruz, que a las seis de la tarde inició su estación de penitencia desde la parroquia del Perpetuo Socorro. La barriada de La Antigua asistió puntual al ansiado reencuentro con su cristo de la Vera Cruz, obra de Eduardo Zancada, y pudo volver a mirarse en los bellos ojos verdes de maría santísima de Nazaret, una dolorosa que salió de la gubia de Luis Álvarez Duarte. La hermandad estrenó este año las parihuelas del paso de la virgen, además de lucir reformados los respiraderos y el techo de palio. Asimismo, cabe destacar que por primera vez en su historia sacó en la procesión una reliquia de la Santa Cruz de Cristo. 

Paso del Prendimiento de Jesús, en el entorno del Hornito. EL PERIÓDICO

Con apenas media hora de diferencia cruzó el dintel de la parroquia de San Francisco de Sales, en el extinto barrio de la Paz, la Cruz de Guía de la Cofradía del Prendimiento de Jesús y Nuestra Señora de la Paz, unas imágenes que pertenecen a Juan de Ávalos y Luis Álvarez Duarte, respectivamente. Uno de los momentos más singulares del recorrido tuvo lugar minutos más tarde de abandonar el templo con el discurrir de los pasos junto al acueducto de San Lázaro, acompañados por los sones de la Agrupación Musical Nuestra Señora de la Paz (Mérida). En esta ocasión, el paso de misterio estrenó los cuatro faroles. 

El cristo de los Remedios tras abandonar el atrio de la basílica de Santa Eulalia. EL PERIÓDICO

La esplendorosa tarde del Jueves Santo siguió su curso hasta la salida de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santísimo Cristo de los Remedios y Nuestra Señora del Mayor Dolor, que se fundó en 1928. Fueron muchos los que se acercaron a las inmediaciones de la basílica de Santa Eulalia para volver a disfrutar del paso de caoba del cristo de los Remedios, una talla anónima del siglo XVII, que lució en las hornacinas unas imágenes cinceladas a mano y chapadas en plata realizadas en Orfebrería Andaluza. A su llegada el arco de Trajano, una señora que estuvo muy enferma por el coronavirus le hizo una ofrenda floral en señal de agradecimiento.

El imponente paso del Descendimiento procesionó con ruedas por la falta de portadores. EL PERIÓDICO

Desde el mismo atrio de la basílica eulaliense se echó a la calle, en torno a las ocho y cuarto de la tarde, la Cofradía Ferroviaria del Descendimiento, Santísima Virgen de las Angustias y Nuestra Señora de la Esperanza. Todas las imágenes son obra del escultor Juan Blanco Pajares, a excepción de la Magdalena, cuyo autor es Luis Peña Maldonado. El exterior del templo volvió a llenarse de público para ver la salida del imponente paso del Descendimiento, el de mayores dimensiones de la Semana Santa emeritense, que tuvo que procesionar con ruedas por la falta de portadores. Por su parte, la bella imagen de la virgen de la Esperanza pudo lucir el manto nuevo, de color verde.

Ya en la madrugada del Jueves al Viernes Santo, la hermandad del Calvario protagonizó la solemne procesión del cristo del Calvario, una talla anónima del que se tienen las primeras referencias en el año 1659. La capilla gregoriana del Calvario acompañó a la imagen del crucificado y cantó ante el Santísimo-Sacramento de la parroquia de Cristo Rey-Calvario el himno eucarístico Pange Lingua. En el monumento Castellum Aquae, junto a la ermita del Calvario, se realizó el descendimiento del cristo para introducirlo en la urna, sin duda, uno de los momentos más sobrecogedores de la Semana Santa de Mérida.