¿Quién no ha ido en Mérida alguna vez a la Ferretería Rambla? Está situada en el centro desde 1988 y, en sus instalaciones caben todas las herramientas y tornillos del mundo. Lo primero que se encuentra quien acude es la puerta abierta –en todos los sentidos– y, con bastante frecuencia, gente haciendo cola. Juan Pedro Hernández, educado y servicial atiende sin prisa pero sin pausa detrás del mostrador, ajeno al tiempo. Entre su clientela, como admite, tiene de todo: tanto particulares como profesionales. Él es uno de los tres socios encargados del emblemático establecimiento (junto a José Moscatel y Jesús Jiménez). La suya es la historia de muchos de los trabajadores de este país.
«Empecé con 16 años cuando estudiaba un FP de Administrativo por las mañanas y por la tarde echaba una mano en el comercio. Siempre me ha gustado el oficio y el contacto con las personas, la conexión con el cliente», cuenta con orgullo a El Periódico Exremadura.
Disfruta con su trabajo y lo transmite. «Llevo aquí desde que se abrió», cuenta el ferretero. Un claro ejemplo de que, frente al imperio de las grandes superficies y la floreciente venta online, se puede vivir de la ferretería. «El secreto está en trabajar y echar horas, eso sí», asegura Juan Pedro Hernández.
La Ferretería Rambla maneja un sinfín de artículos diferentes y cada pared del local es un ‘tetris’ magnífico de productos, donde todas las cajas y paquetes encajan a la perfección en las estanterías... Se pueden observar jaulas, navajas, martillos, cables, llaves inglesas, copias de llaves, tijeras... «Los artículos que se venden están perfectamente organizados para que el visitante no se maree entre tanta variedad y cantidad», finaliza con una sonrisa.