Fue en el año 1998 cuando en Mérida abrió el Goloseo (negocio dedicado a las golosinas y a los frutos secos). Elías Muñoz, con Carmen Fernández, su mujer y su mano derecha, son una institución en el polígono Nueva Ciudad. Tras 25 años regentando este emblemático local, situado en el número 19 de la avenida de las Américas, nadie se imaginaba entonces que el establecimiento se transformaría en una bocatería infalible que nunca falla. Y dentro tendrían que hacerle un monumento a su ali-oli.
«Una segunda casa para muchos clientes», explica a El Periódico Extremadura Aitor Muñoz Fernández, hijo de los fundadores y futuro propietario del Goloseo. Desde muy jovencito, y al igual que su hermana Tamara, aprendieron de sus progenitores el esfuerzo, la constancia y el trabajo duro. Solo hace falta echar un vistazo rápido por los comentarios que aparecen en internet sobre sus elaboraciones o preguntarle a cualquier emeritense para darse cuenta de que es un lugar de referencia. Triunfan los bocatas, perritos y hamburguesas. Pero entre los pedidos que aparecen arropados por dos panes de baguetes, destaca el de pollo, bacon, jamón, lechuga, tomate, cebolla, queso y ali-oli, así como el de lomo. Dos clásicos para chuparse los dedos. Los precios son otro de los reclamos.
La salsa ali-oli, con ingredientes secretos como la poción mágica de Astérix y Obélix, es uno de los grandes alicientes a la hora de disfrutar de uno de sus bocatas. Hecha con mucho cariño en un obrador de Calamonte, con un toque especial que Carmen domina a la perfección. «El bocata de pechuga de pollo es nuestro producto estrella. A la gente le gusta bastante el sabor de nuestras salsas, pero la de ali-oli en especial», manifiesta Aitor con ilusión presentando el bocata rebosante de deliciosa salsa a este diario.
De esta forma tan sencilla y rica al mismo tiempo, pero que no deja de sorprender a quien lo prueba por primera vez... Cualquier tarde-noche en el Goloseo el trajín es incesante y el teléfono no para de sonar. El personal del local despacha y atiende con amabilidad en una ciudad que también es patrimonio gastronómico.