¿Valoramos el agua lo suficiente? Posiblemente no sea una pregunta que podamos responder de manera categórica; dependerá de cada caso, de cada persona. No obstante, coincidiremos en que, en países desarrollados como el nuestro, donde abrimos el grifo y brota el líquido como por arte de magia, el agua es un recurso que damos por sentado. Sabemos de su papel esencial pero, desde la comodidad que ofrece poder disponer de ella, quizá hayamos perdido un poco la perspectiva.

No en todas las partes del mundo tienen nuestra suerte. Los datos que maneja Naciones Unidas invitan a la reflexión: la escasez de agua afecta al 40% de la población mundial y una de cada tres personas vive sin acceso al agua potable. Puede parecer una exageración, pero nada más lejos de la realidad. La carencia de recursos hídricos se ha convertido en un problema real, lo que hace que 2.200 millones de personas subsistan sin agua limpia y tengan enormes dificultades para acceder a los servicios más elementales.

En la génesis de la ciudad de Cáceres, que se remonta a la época romana, tuvieron más peso las ventajas defensivas que la accidentada orografía ofrecía que la disponibilidad de agua, lo que ha convertido a Cáceres en una de las pocas ciudades importantes de la meseta que no está fundada en las proximidades de un río importante. En aquella época, los exiguos caudales circulantes por el arroyo de El Marco o arroyo de la Madre, eran suficientes para lograr el abastecimiento de la población. Más adelante, los pobladores almohades tuvieron que recurrir a las técnicas hidráulicas árabes para mejorar el abastecimiento de agua adaptándolo a la ciudad y, fundamentalmente, construyendo aljibes destinados a recoger el agua de lluvia de los cuales quedan, entre otros, un excelente ejemplo en el actual Palacio de Las Veletas.

Ya en el siglo XV eran habituales los conflictos derivados del agua entre los hortelanos de la Ribera del Marco, lo que obligó a los Reyes Católicos a promulgar en 1494 la Ordenanza de la Ribera, de la cual existe extensa constancia histórica. Dicha ordenanza establecía unas normas rígidas en el reparto de los caudales y constituye un documento primigenio y ejemplar de lo que sería la normativa hidráulica en España.

No parece que los retos del futuro vayan a ser menos duros que los del pasado, puesto que a los efectos que van a desprenderse del cambio climático, cuyo alcance apenas empieza a vislumbrarse, se solapan el crecimiento poblacional, la necesaria mejora de las infraestructuras hidráulicas, la aparición de nuevos contaminantes y residuos, las exigencias legales cada vez más estrictas y, como no, el incierto futuro que ha sembrado la pandemia del coronavirus al mostrarnos algunas importantes debilidades del modelo de desarrollo en el que nos encontramos envueltos. A todo ello se enfrenta el sector del agua, y, como no puede ser menos, también lo hacemos desde Canal de Isabel II en Cáceres.