El mes de enero no llegó con la tradicional cuesta que sigue a los excesos que asumimos en Navidad. Esta vez, al otro lado de la pendiente había un triple ‘looping’ --ya saben esas vueltas que retuercen sin fin los raíles de las montañas rusas-- tras el que algunos anhelábamos que, como siempre al final de la atracción, el freno se accionara, pudiéramos desactivar las protecciones y salir a tierra firme. Tras la primera Navidad con la pandemia de covid-19 a cuestas arrancábamos 2021 en alerta máxima (ahí tienen la primera portada del año), con cifras récord de contagios y, sobre todo, con datos de hospitalizaciones y fallecidos por la infección que parecían mostrar que el vagón de la pandemia no hacía más que coger velocidad. Pero parece que sí, también en este caso había un freno en ese viaje con la vacunación que había empezado simbólicamente ya y que en el mes de enero era aún más una esperanza. Quien más y quien menos seguro que inició el año echando cuentas de cuándo le tocaría el primer pinchazo. Yo, que soy muy de asomarme al alféizar de cada año a ver qué me encuentro, hice cábalas, con la mirada puesta en que la Navidad de 2021 volviera a tener el regusto de los reencuentros. Ojalá, pensaba.
Pero aún quedaban «días duros» por delante, esa expresión que tantas veces nos ha retumbado en los dos últimos años en la cabeza. 2021 arrancó con convocatorias de cribados masivos para detener la sangría de nuevas infecciones y sus consecuencias. Y las consecuencias incluyeron la necesidad de abrir de nuevo el Hospital Virgen de la Montaña de Cáceres para incrementar el número de camas disponibles, o preparar un hospital de campaña en las instalaciones de Ifeba en Badajoz por si la situación llegaba a desbordarse.
Y las consecuencias golpearon de lleno también a la economía. Tocó echar el cierre a la hostelería y el comercio, que estallaron en forma de plantes, caceroladas y marchas; porque se sintieron señalados y porque estaban ahogados. Recuerdo que en una de esas jornadas, la dueña de una tienda me contaba llorando que su negocio estaba al límite y que ella no podía más. Hace unos días vi que en el escaparate ahora solo está el cartel de una inmobiliaria que ofrece el local en alquiler. Otro más.
De nuevo enero nos recordó que el drama de los accidentes laboraesaples no ha darecido y que demasiadas veces muere gente en ellos.
Pero por suerte el arranque de 2021 también nos regaló imágenes que devolvían a esos meses de enero que se presentan como páginas en blanco con todo por escribir. Desde el castigado campo que decide mirar su futuro con optimismo, en las manos de los más jóvenes que apuestan por el mundo rural; a la alegría de la vida renovada con los primeros nacimientos del año. A esos pequeños les contarán que cuando ellos nacieron, los Reyes Magos se mantuvieron fieles a su cita sorteando todos los obstáculos en forma de pandemia mundial. Viva la magia de la inocencia infinita surcando en globo el cielo de Cáceres. Del cielo también nos llegó en enero Filomena, aunque a Extremadura le dejó más estampas idílicas que consecuencias graves, por fortuna.
La entrada del año nos permitió soñar con los Juegos Olímpicos. Y también nos ofreció razones para reconciliarnos con el ser humano a través de la abogada cacereña Eva González, quien provocó la dimisión del gobierno de los Países Bajos al demostrar la discriminación étnica que practicaban en las ayudas.
Y ahora, casi sin darnos casi cuenta, nos encontramos con que el viaje de 2022 está a punto de arrancar. Allá vamos.