Es una de las tantas extremeñas que emigraron a Cataluña en busca de un futuro. Carmen Arroyo Sánchez, de 69 años, procede de la localidad pacense de Navalvillar de Pela, a la que regresa siempre que puede. Vive en Barcelona, donde es vicepresidenta del Hogar Extremeño, su rincón para no perder las raíces. Hace prácticamente 50 años que se marchó de su tierra.

- ¿Cómo recuerda su infancia?

- Una hija de campesinos en Navalvillar de Pela. Éramos tres hermanas y siempre íbamos bastante justitos. Teníamos un tío cura, por parte de mi madre, que vivía en Guareña. Él propuso que si alguna quería, nos fuéramos con él. Mi hermana mediana y yo, que tenía 8 años en aquel momento, fuimos. Así pude estudiar en el colegio de las monjas en Guareña. Lo recuerdo como una época buenísima.

- ¿Hasta dónde estudió?

- Hasta el Bachiller superior. Luego murió mi tío y ya no había recursos para seguir. Volví a casa con mis padres, pero yo ya quería irme a trabajar.

- ¿Cómo llegó a Barcelona?

- Mi otra hermana, la mayor, estaba aquí. Me llevaron a El Corte Inglés, allí me hicieron un examen para empezar a trabajar. Pedí unos días antes de incorporarme porque debía aprender a coger el autobús para llegar sola hasta allí. Estuve tres años, hasta que tuve novio, ahora mi marido, también del pueblo.

- ¿Por qué dejó ese empleo?

- Él trabajaba en un colegio y buscaban a gente para preescolar. Yo quería críos, tuve dos, y en El Corte Inglés echaba muchas horas. En el colegio eran solo tres por la mañana y tres por la tarde, y estaba a un paso de mi casa. Allí estuve 17 años. Después monté una peluquería que duró tres años y luego fui a otro colegio donde trabajé de administrativa; allí me jubilé.

- ¿Cómo concilió?

- Mi suegra vivía en casa desde que me casé.

- Entonces... en el cuidado de sus hijos se implicaron solo usted y su suegra.

- Mi suegra me ayudaba sobre todo en las tareas de casa. A mis hijos los quería llevar yo.

- ¿Y su marido?

- Nací en 1950, entonces los hombres estaban habituados a no hacer nada, y más mi marido que era hijo único. Esas eran las circunstancias...

- ¿Hubiera sido mejor si él se hubiera implicado?

- Claro que hubiera sido mucho mejor, de eso me arrepiento. Cuando yo le decía a él que hiciera algo, mi suegra me decía que ya iba ella. Y claro, al otro le interesaba. Ahora estoy más rebelada (risas). ¿Pero qué iba a hacer? ¿Estar enfadada siempre con él? Es consecuencia de la cultura y la educación del momento. Aunque bueno, él también podía haber aprendido. Ahora que estamos los dos solos pues compartimos más las tareas.

- ¿Cómo ve a los jóvenes?

- Pienso que qué bien si me hubiera tocado esta época. Se ha evolucionado bastante. Pero también noto que en la juventud hay ahora mucho machismo todavía, de otra forma. No en el terreno laboral, sino en las relaciones. Veo a chicos de 20 o 25 años que parece que las chicas son suyas, es la posesión de la mujer. Tendría que ser al revés, haber aprendido de lo anterior.