Escuché un testimonio de una madre que contaba cómo su hijo, que tiene el pelo largo, se apuntó a un equipo de fútbol y el entrenador, el primer día, se le acercó y le tocó la cara diciendo “ay, qué niña más guapa”. Cuando él respondió que era un niño, el hombre apartó su mano rápidamente. Claro, porque era un niño. Esta anécdota, que puede parecer una nimiedad, prueba cómo desde pequeñas comprobamos que el espacio que se les proporciona a chicos y chicas y la invasión sobre este es muy diferente. Y lo hacemos los adultos, que venimos a reproducir algo que las feministas han denunciado siempre: desde la propia sociedad se recuerda de una manera u otra a las mujeres que el espacio público no es nuestro. 

A pesar de la incorporación laboral y en diferentes estratos de la vida pública, nuestro “lugar 100% seguro” sigue siendo únicamente el doméstico (y tampoco). Nos seguimos inseguras en la escuela, en el trabajo, en el transporte público, en los bares, en las calles. Si hay algún acercamiento que nos incomoda, y lo hacemos saber, ojo, porque somos potencialmente unas exageradas, unas antipáticas, unas histéricas. Si por ello nos guardamos de expresar algo que nos hace sentir mal, imaginemos cuánto debe costar reportar situaciones de acoso continuo, psicológico o físico “¿Habré dado yo pie a?” Es una culpa que suele resonar en las víctimas.

Circulaba una imagen en estos días con unos carteles que decían algo así como: “Todas las mujeres tenemos amigas o conocidas que se han sentido acosadas o intimidadas alguna vez en sus vidas, pero es más difícil encontrar hombres que reconozcan que ellos o sus colegas han perseguido a alguna mujer”. Según ONU Mujeres, entre el 45 y 55% de las mujeres en la Unión Europea han sufrido acoso sexual desde los 15 años de edad. 

Es decir, alrededor de la mitad de las mujeres europeas reconocen haber sufrido este problema. Y ellas viven en la región donde se han conseguido más avances en materia de igualdad.

Romper el estigma y señalar el problema es uno de los primeros pasos para lograr su desaparición. En este bloque cinco mujeres dan su testimonio sobre el acoso: Ivonne Romero, mujer maltratada; Melania Torres Garrido, activista y presidenta de Lisístrata Extremadura; Rocío Esperilla, comunicadora y activista en redes; Silvia Tostado, presidenta de la Fundación Triángulo Extremadura; y Vanessa Lesme, técnica de Igualdad y activista.

El resumen ejecutivo ‘Acoso sexual y acoso por razón de sexo en el ámbito laboral en España 2021’ del Ministerio de Igualdad describe cómo el acoso sexual comprende: 

Conductas verbales: comentarios o bromas ofensivas hacia la mujer.

Conductas no verbales: uso de imágenes u otros contenidos, gestos, silbidos, miradas o notas de contenido obsceno o que busquen la vejación.

Conductas de carácter físico: contacto físico deliberado y no solicitado o acercamiento físico excesivo o innecesario.