Antonia López (Guareña, 1967) huye del protagonismo. Se toma con la misma tranquilidad su apodo de ‘Doctora Amazonas’ como los numerosos galardones y reconocimientos que ha recibido en décadas de trabajo.

-¿Cuándo y por qué decidió que quería dedicarse a la medicina? 

-La fecha me queda muy lejana. Fue una decisión muy acertada porque he podido seguir aprendiendo de la medicina aquello que decía Hipócrates de que amar la praxis integral de la medicina nos lleva a ser sensibles a la humanidad.

-¿Cómo acabó en la Amazonía brasileña?

-Por la enfermedad de hansen (lepra), pues me preguntaba a mí misma cómo tras tantos siglos de existencia aún no estaba erradicada. Tuve la oportunidad de ir a Brasil y recuerdo perfectamente llegar a una colonia y observar a dos hermanos jugando con un balón de trapos y ver que cubrían sus piernas con una especie de escayola de cipó para esconder sus ulceras. Ese día fue mi primer contacto real con esta patología y el instante para soñar con formar parte de un equipo que podría ayudar a erradicarla.

-Usted lleva años luchando contra enfermedades infecciosas en zonas subdesarrolladas, ¿hemos aprendido a ser más solidarios y empáticos con la pandemia del covid

-Este momento de pandemia nos ha cambiado de una forma sustancial y esto nos debería hacer reflexionar y activarnos a  combatir juntos no solo esta pandemia, sino también la deshumanización, la discriminación, la pobreza o las desigualdades, pues de no ser así dejaríamos de aprovechar todos los hermosos y desafiantes momentos que nos ofrece la vida.

-Hay una teoría, el ‘Efecto Matilda’, que habla de que las mujeres en ciencia obtienen menos reconocimiento que sus colegas masculinos, ¿usted lo ve así? 

Recuerdo que leí hace tiempo que “el verdadero acto de la discriminación no consiste en reconocerlo sino en cambiarlo. Y para eso debemos ver la cosas con nuevos ojos y así comprometernos a erradicar estos hechos en un mundo globalizado”.