Concha Rodríguez (Almendralejo, 1967) es humorista, pero también escritora, actriz y fundadora de ‘La Estampa Teatro’, una compañía que suma 30 años. Pero sobre todo es una mujer con un sentido del humor envidiable, capaz de reírse de sus propias desgracias. Desde su experiencia reconoce las dificultades que han perseguido y persigue a la mujer en este terreno cultural. El humor «es un salvavidas, siempre», explica. «Para mí la comedia es ver con ojos cómicos el día a día, que es duro», asegura, ver las cosas desde la parte positiva y no desde el fatalismo». Concha Rodríguez lo tiene claro: el único límite que «no se puede pasar nunca» es «reírse a costa de que otro lo pase mal, el daño gratuito».

Florentino Fernández declaró en una entrevista para ‘El Mundo’: «Si no hay más mujeres cómicas no es una cuestión de sexos, sino de talento», ¿no somos graciosas las mujeres?

Es absurdo lo que dijo Flo. Es más complicado llegar para la mujer y hay un problema de base. El humor que ellos sacan es uno universal, que todos vamos a ver y creer que es humor. Pero para gran parte de la sociedad el humor que hacemos las mujeres es un humor elitista, para mujeres. Si una mujer hace un monólogo sobre la maternidad y sobre su angustia y su agobio y su menopausia… La sociedad no está aún preparada para decir que una mujer se puede burlar del sistema, de su marido… No solamente en lo cómico.

¿Por qué la mujer ha estado más tapada en el humor?

Por todo. Ya de por sí la comedia está peor vista que la tragedia. Lo primero es que es muy difícil hacer la comedia, porque si te pasas de rosca ya hay cosas que no se toleran, hay que tener mucho cuidado. Lo segundo es que si está contada por una mujer parece como intolerable para muchos hombres que por su machismo o su superioridad no soportan que una mujer, que está un escalón por debajo, se burle de ellos. .

¿Se ha sentido discriminada?

Sí. Muchas veces. Tengo 55 años y este 2023 cumplo 30 años con ‘La Estampa Teatro’. Hay muchas cosas que creía que me pasaban a nivel personal: rechazo, apagón... Hay libros donde aparecen los dramaturgos y, más escondidas, las dramaturgas. Como si no fueran la misma cosa. Los hombres actores tienen personaje siempre, pero un personaje protagonista mujer tiene una vida muy corta, físicamente podemos hacer un papel u otro y está mucho más sesgado que los hombres. La diferencia es brutal.

¿Tenemos más miedo las mujeres para iniciarnos al mundo del humor?

Sí, mucho. Las mujeres nos exigimos más porque creemos que tenemos que demostrar más para ser aceptadas. Ese síndrome de la impostora campa a sus anchas. Lo sufren muchos hombres, pero ellos van como amontonando los años. Viven sus experiencias y con cierta edad ya tienen un nombre inamovible, aunque no vuelvan a hacer nada más. Para nosotras es como estar empezando constantemente. Hay una frase muy de madre en las tareas del hogar que decimos nosotras todos los días, «lo tengo todo hecho» o «lo tengo todo por hacer». Es algo que marca un carácter, época y forma de ser. Profesionalmente tenemos esa sensación. Nadie está por encima de la cultura que lo contiene y la nuestra es muy patriarcal y machista.