Concha Rodríguez, figura todoterreno de la escena extremeña, a partir del estreno en 2006 de Hoy viene a cenar mi sobrino el concejal (espectáculo que cosechó excelente crítica y aplausos encendidos del público en la región y en el Teatro Gran Vía de Madrid) ha explotado con frescura, agudeza e ingenio un estilo propio del género de la comedia «bien faîte» (que diría el prolífico escritor francés Eugène Scribe): un modelo de comedia, de trama ágil y equilibrada -con un desarrollo del suspenso, con una escena culminante que resuelve los conflictos y con el posterior final feliz- en el desbordamiento escénico entre la diversión y las ideas, que maneja los valores socio-morales cumpliendo su función crítica.

Su última producción, HOMENAJE INESPERADO, representada por su compañía La Estampa Teatro de Almendralejo, es una deleitable comedia, profunda y provocativa, sobre las relaciones humanas dentro de la estructura piramidal de las empresas (o de las instituciones) que manejan las nuevas tecnologías para el control de los trabajadores. Una propuesta que evidencia un interés sentido de la autora por contar una realidad actual, con un texto reivindicativo que toca temas como la corrupción unida a la desigualdad que sufren las mujeres en el ámbito laboral (o de cómo se ven obligadas a coger un rol masculino para integrarse y triunfar en el mundo profesional). Un texto de calidad que refleja esa problemática moral que adquiere un carácter marcadamente denunciatorio -representado en la Muestra Ibérica de las Artes Escénicas de Extremadura-, que resulta otro paso hacia adelante de compromiso teatral de esta compañía con propuestas teatrales que elevan el listón de las producciones extremeñas.

La trama de la obra se sitúa en una empresa de seguros con cientos de empleados, en la que el director -como cada año- tiene que homenajear al jubilado de turno. Pero resulta que ya no hay ninguno en la plantilla, pues todos los colocados son ahora eventuales o becarios. Por lo que decide homenajear a uno de estos al azar. A partir de ese momento, en que la elección ha recaído en Esperanza, una trabajadora rebelde que quiere aprovechar el acto con un discurso crítico y feminista -basado en la firme responsabilidad cívica de expresar el descontento que sufren los empleados-, se desencadenan los acontecimientos más inesperados, saliendo a relucir en los diálogos la verdadera personalidad de los protagonistas (un jefe, una secretaria, un guardia de seguridad y Esperanza muy bien trazados desde el punto de vista psicológico), así como los secretos de doble moral más ocultos de los trabajadores, que por una parte reprueban subrepticiamente las corruptelas de la empresa y por otra demuestran ser una camarilla cobarde -de trepas, pelotas y chivatos- que solo buscan la ocasión para situarse.

La puesta en escena, de Sergio Gayol, resulta muy imaginativa en la articulación y justificación de un conjunto de recursos teatrales puestos en juego, dentro de un vistoso espacio escenográfico -de Marcelo Pacheco- dispuesto en tres planos: el despacho del responsable de la empresa (con una enorme pantalla de fondo), el despacho de la secretaria y una sugerente oficina situada en el patio de butacas (controlada por cámaras de vigilancia) donde se encontrará entre el público la tele-operadora, Esperanza. Todo un armazón espectacular afinadamente iluminado por Fran Cordero y animado por la creación audiovisual de Carlos Lucas y Nuria Prieto, la música apropiada de Álvaro Rodríguez y la original indumentaria (que subraya la alienación de los personajes) de Pepe Reyes. En todos los planos las escenas son ágiles y están conducidas con idónea medida rítmica en los cambios de acción que van -en clave de humor inteligente- de sorpresa en sorpresa, modificando constantemente el rumbo del asunto y conformando un gran enredo de vínculos en las conflictivas relaciones de los personajes, que hacen transitar a la comedia por la vía del suspense.

En la interpretación, el elenco logra transmitir un fenomenal trabajo crítico y humorístico que pasa por una desbocada panoplia de situaciones, ganando veracidad a medida que avanza la representación. Concha Rodríguez (Esperanza), tiene en la mano un gran personaje indómito al que inyecta toda su sensibilidad y maestría de gran actriz, sacando a la luz del escenario su personal gracejo. Magda García Arenal (Agustina), compone con solvencia su difícil personaje de una secretaria autoritaria, fría, agria, hábil e interesada con matices bien detallados en ese juego de apariencia que producen el humor amargo. Es un espantajo del jefe que conoce la corrupción de la empresa y se ha dejado corromper, aunque en soledad se rebela -queriendo que le llegue pronto su jubilación- cuando se da cuenta que ha perdido el sentido de su existencia. Laura García Cáceres (Enrique / Paquita), actúa pletórica de recursos hilarantes muy bien perfilados en sus desdoblamientos. Da cuerda a la función provocando mucha carambola cómica en ese juego de deseos, mezquindades, engaños y verdades que se revelan y que se ocultan a cada momento. Ilde Cejudo Mateos (Seguro), muestra pericia y seguridad dramática en tono jocoso como guarda de seguridad, logrando despojar de inhibiciones al público para hacerlo participar como personal de la empresa.