Periodista

Hace justamente un año, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) preguntó a 486 extremeños sobre sus sentimientos de españolidad y extremeñidad. El 75% de ellos respondieron que se sentían "tan españoles como extremeños" y sólo un 13% se reconocieron "más extremeños que españoles". Curiosamente, este sondeo selectivo destapaba un incipiente nacionalismo verdi-blanqui-negro : un 2% de los encuestados revelaron sentirse "únicamente extremeños". Son cifras que definen, o indefinen según se mire, la personalidad de nuestra región.

Ya en septiembre del 2003, doce meses después, estos datos adquieren una especial significación. Porque a pesar de posturas como las que mantienen los extremeños, el Estado de las Autonomías amenaza con resquebrajarse. Es más, lleva camino de convertirse, si no lo es ya, en un complejo puzzle con piezas deficientemente encajadas, en el que las mal llamadas comunidades históricas --cuál no lo es en España-- reclaman para sí un creciente trato diferencial, y cada una lo quiere, además, con sus propias particularidades.

El caos en el puzzle empieza a ser tal que se han disparado algunas alarmas. Al plan secesionista del lehendakari Ibarretxe para el País Vasco, situado fuera de la Constitución española, ha respondido el líder socialista catalán Pascual Maragall, en plena campaña de las elecciones autonómicas, con un proyecto nacionalista moderado para una Cataluña enclavada en una futura eurorregión junto a Aragón, Valencia, Midi Pyrénées y Languedoc Rosellón (estas dos últimas del sur de Francia).

En este escenario, PP y PSOE discrepan sobre las fórmulas para mantener la cohesión territorial. Mientras los populares plantean una unidad cuasi militar de España, los socialistas han apoyado los planes de Maragall y han ido más allá, presentando un proyecto regeneracionista para fortalecer la unidad y la diversidad autonómicas. En la propuesta del PSOE se plantea que el Senado se convierta en una cámara de representación de las regiones, que las comunidades tengan presencia en las instituciones europeas, que los presidentes celebren una cumbre anual con el jefe del Gobierno y que los estatutos puedan reformarse por consenso y en el marco de la Constitución.

UN NUEVO MAPA DE REGIONES

En medio de este maremagnum, llega el Día de Extremadura. Y lo hace con un mensaje institucional cargado de contenido. Pudo ser la prevención en la lucha contra los incendios, los esfuerzos por mejorar el mercado laboral.... Pero el eje marcado por el Gobierno autonómico para el 8-S no es otro que la posición de Extremadura de liderar una España "unida, plural y diversa".

Juan Carlos Rodríguez Ibarra lo explica con otras palabras: "La gente tiene que intentar aprender que somos una comunidad (España) de gente diversa, que no todos tenemos que estar uniformados y que sería muy bueno que todo el mundo pudiera vivir como quiere, respetando a los demás y participando en un proyecto colectivo".

Pero porqué dedicar la principal fiesta regional a esta causa y no a otra que, a priori, entronque más con las inquietudes de los ciudadanos. A juicio de la Junta, es fundamental que la comunidad extremeña envíe al resto de autonomías, en el día más importante para nuestra región, un mensaje "claro y valiente" en favor de una España cohesionada.

"Queremos reivindicar la unidad de España y la defensa de la solidaridad como instrumentos básicos de progreso en los principios del siglo XXI. Reivindicamos una España sin uniformar, construida con diferencias, asentada en fuertes cimientos de solidaridad", argumenta el Ejecutivo.

El símil que utiliza la Junta en su documento institucional para dirigirse al resto de autonomías es mucho más gráfico: "Nuestros verdes, blancos y negros son también para vosotros. Coged el verde para teñir zonas de desierto. Tomad el blanco para aclarar los colores subidos de tono. Pintad de negro las cosas claras (negro sobre blanco). Usad vuestros verdes, blancos y negros para lo mismo que los utilizamos nosotros: para progresar. Como si fueran vuestros". Y añade: "Si lo hacéis, nos sentiremos partícipes y orgullosos. Como debéis sentiros vosotros cuando cogemos vuestros rojos y celestes, vuestros amarillos, azules, pardos, morados. Lo hacemos desde la hermandad que implica la solidaridad, la complicidad y el objetivo común".

En opinión de Ibarra, es el momento de una gran reforma autonómica, dado que el escenario actual no es el mismo que en 1978. Las comunidades han adquirido un protagonismo imprevisible y por ello hay que adaptar el puzzle territorial a la nueva realidad. Para el jefe del Ejecutivo extremeño, los planteamientos de Ibarretxe no caben en la Constitución (ese intercambio de colores que defiende la Junta).

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