Profesor

En los últimos 20 años Extremadura ha sufrido una gran transformación. Esto debe llenarnos de orgullo y satisfacción, pues alguna piedrecita habremos puesto cada uno de nosotros, pero no quiere decir que debamos mirarnos el ombligo, porque nuestra situación, a pesar de todo, deja mucho que desear. Si algo necesitamos es ser inconformistas.

Nuestra situación no admite que aplaudamos actos culturales que solamente los lazos familiares o un papanatismo y localismos trasnochados pueden aprobar. No podemos estar en manos de gestores culturales de tres al cuarto. Nuestras empresas no pueden estar en manos de gentes sin formación, sin espíritu de riesgo, sin proyectos. Nuestra economía no puede conformarse con administrar nuestra escasez. Ahora mismo lo que se necesita es que en cada puesto esté el mejor.

Pero para tener a disposición a los mejores es necesario que los formemos y pongamos las bases para que, dada su alta cualificación, no tengan la necesidad de buscar acomodo laboral en otros lugares. Los padres y educadores debemos ser conscientes de que la exigencia con los jóvenes ha de ser máxima, de manera que si en otros lugares es bastante con saber cuatro, aquí es imprescindible saber seis. Si fuera de aquí es suficiente trabajar dos horas, en nuestra tierra se necesitan cuatro.

Porque ser un buen extremeño hoy consiste en intentar llegar a ser el mejor albañil, el mejor abogado, el mejor médico, el mejor informático, el mejor profesor. Porque para salir del adocenamiento, de la vulgaridad y de los últimos puestos se nos exige un esfuerzo mayor que en cualquier otro sitio.

Las instituciones deben desarrollar políticas imaginativas y audaces que favorezcan la emergencia de otra manera de ejercer de extremeños. Porque los modelos económicos y socio-educativos que se han demostrado válidos en otros lugares aquí no logran triunfar.