Periodista

No tenemos lengua propia, ni cultura indígena, ni un derecho autóctono, ni características etnobiológicas particulares.

Mientras otros pueblos crean la mitología de la autodeterminación, nosotros vivimos desmitificados en nuestra indeterminación.

Pero ese desarraigo, que podría parecer una carencia, una vergüenza en esta España de regiones donde todo se reinventa y resitúa en el ámbito de la diferencia exclusiva... Ese desarraigo, digo, es un valor, un síntoma de racionalidad y madurez. Somos más universales que particulares y no convertimos nuestra diferencia en arma arrojadiza, en argumento excluyente ni en infantil motivo de autoafirmación.

Paseando por el país Vasco Francés uno va descubriendo la quebradiza impostura del mito recreado.

Los pimientos colgados en las casas de Espelette se convierten en un símbolo de exclusividad, el pisto de pimiento, tomate, cebolla y huevo es la ´piperade´, plato mitificado hasta la exasperación. El maíz y las meigas de Galicia son seña de identidad y un gorro puede convertirse en bandera en Cataluña.

Que nadie pretenda exasperar las imágenes de Extremadura. El pimiento colgado en La Vera, la chanfaina, el pisto, la encina, la cigüeña, el canchal, el maíz de Vegaviana, las brujas de La Haba o el gorro de Montehermoso son matices llamativos, pero nunca triunfarán aquí las campañas importadas para crear patrias falsas.

Que se autoidentifiquen ellos, nosotros no inventamos, nosotros somos.