En 1945 la Segunda Guerra Mundial abrió pasó a la destrucción y el exterminio. Alemania e Italia fueron vencidas y sus dos hombres representativos sucumbieron en la tragedia. Europa y el mundo vivieron el quinquenio más duro y trágico de todos sus milenios. Tardarían años y generaciones en recuperar la paz y el progreso armónico del mundo. Cáceres, que ese año volvió a padecer los efectos de una pertinaz sequía, recibió con entusiasmo la noticia de la terminación de la guerra. En los edificios oficiales ondearon el 7 de mayo las banderas nacionales. La alegría y el entusiasmo se desbordaron desde que esa tarde, por mediación de nuestro diario, se tuvo conocimiento de que en el viejo continente las hostilidades habían cesado.

De esa noticia fue testigo directo Alfonso Domínguez, el trabajador jubilado más antiguo del Extremadura que ayer acudió al acto de colocación de una placa conmemorativa de la fundación de El Periódico en el Palacio de la Generala. Domínguez fue el encargado de descubrirla. Él entró en este diario en 1945 porque su padre conocía al administrador, Cándido Pozo, y le dijo que «a ver si había un sitio para colocar a su hijo». Entonces lo metieron en la imprenta en la etapa de Dionisio Acedo, que dirigió con tino y delicadeza este diario y que da nombre al prestigioso premio de periodismo que anualmente otorga la Diputación de Cáceres.

Alfonso era cajista. «Me dedicaba a las cajas, donde iban las letras que había que componer a mano para hacer luego las planchas», contaba ayer con nostalgia. «Después se imprimía en una Minerva o una rotoplana. La máquina y la tipografía estaban en la parte de arriba del edificio, y la redacción, ahí en esos balcones», señalaba de frente. Eran los tiempos en lo que el periódico era vespertino, y salía a la calle sobre las siete o las ocho. Años en los que trabajó con Aurelio, maquinista que tiraba el periódico, o con Bernabé, que la madre vivía en la portería de la Generala.

En el Extremadura estuvo Alfonso, padre de tres hijos y abuelo de seis nietos, entre 1945 y 1994. Toda una vida componiendo letras. Igual que Alfonso Vigara, que entró como aprendiz a los 14 años y que era impresor. Estuvo primero en las máquinas y luego pasó a la rotativa. Junto a ellos, no faltaron al acto de ayer José Luis González, Cándido Rumbo, Manolo Gómez, Ángel Juan Rodríguez, Enrique Baltar, las viudas de Matías Rumbo y Paco Caro, y Javier Sellers, hijo del redactor Fransisco Sellers y sobrino del exdirector Germán Sellers de Paz.

Todos testigos de estos 95 años, hacedores de un diario cuyas páginas han sido reflejo de los acontecimientos que moldearon la vida de las ciudades extremeñas. De los periódicos que en 1923 se publicaban en la región -y eran muchos- solo ha podido llegar a nuestros días el Extremadura. Alfonso y los demás lo han hecho posible.