Si hay algo maravilloso en el periodismo es que te permite bucear en realidades a las que de otra forma no llegarías a rozar ni por asomo. Siempre lo digo. Puedes abrazarlas como si fueran tuyas, recorrerlas y entenderlas. Apenas somos conscientes del valor que tiene. Hace casi cuatro años que entré en esta casa, la de El Periódico Extremadura, y desde entonces vivo en la arena. He podido materializar en palabras aquellas crónicas que había leído en papel durante años. En papel. Ay, el olor del papel. La magia del papel. Recuerdo el primer reportaje que escribí en este diario sobre un cine abandonado. Aunque en aquellos meses, los primeros, mi labor se centrara en la web y en una cartelera que había que picar a mano cada viernes -temidos viernes-, aprovechaba un hueco para arañar, cámara en mano y bloc de notas, una historia que mereciera ser contada.

con el tiempo, he aprendido que la historia que creamos más mínima merece ser contada. Desde ese primer verano, en el que seis mentes pueriles cruzamos la puerta, guardo relatos con nombre propio de región, el ritmo frenético de local, los compañeros -amigos-, el café de máquina y la máquina del café. Y la calle, donde nace y vive esta cabecera, donde recoge la voz de todos desde hace casi una centena. Es nuestra responsabilidad servir de megáfono. Y así lo hacemos, sin horarios, con más y menos atino, pero siempre con rigor y respeto a una profesión que en tiempos de inmediatez, nada a contracorriente para llegar al destino. Como un salmón, este diario, cumple 95 años contra viento y marea. Porque si algo caracteriza a esta cabecera es el afán de lucha de los y las que cada día trabajan -y trabajaron- para sacar la portada adelante. «Eres mucho más fuerte de lo que puedas imaginar», grita Ricardo Lezón mientras escribo estas líneas. Y como bien gritaría un gran veterano de la casa: «¡que viva el papel!». «¡Qué viva muchos años!». k