N

ecesitaríamos mucho más espacio

que estas líneas para glosar la trayectoria de

un medio que ha protagonizado tan largo

recorrido. Al mirar desde este tiempo de

cambios ese otro tiempo convulso en el que apareció este medio de comunicación, no podemos por menos que imaginarnos una historia plagada de retos y obstáculos, pero también de noticias y de compromisos. Aparecer en aquellos días de 1923 era ciertamente un reto. Como lo ha sido sobrevivir, pues, de todos los diarios escritos que existían en aquella fecha en la región, solo éste continúa. La única explicación de su vitalidad es la firme voluntad de los sucesivos gestores y profesionales para, a pesar de las numerosas dificultades, mantener la cabecera en pie.

Desde la perspectiva de alguien que trasiega entre las artes y las letras, como es obligación y esencia de la Real Academia de Extremadura, señalaré, a modo de síntesis reflexiva, y como aportación al pensamiento de un proyecto que es de sí mismo una obra de la inteligencia, la triada que, desde un enfoque ético, son, han sido y serán necesarios en la acción periodística. Posiblemente la triada esencial que explica su supervivencia.

INDEPENDENCIA y LIBERTAD. Ambas

han de suponer un ejercicio permanente.

Son enormes las tentaciones que las fuerzas sociales y políticas tienen por dominar o influir en el cuarto poder, tratando de fagocitarlo. Es tan importante mantener la independencia que no descubro nada al afirmar que no es posible que exista democracia si no cohabita con ella el periodismo libre e independiente.

Esa independencia es, o debe ser, consustancial al oficio que, por obligación y necesidad, debe estar siempre en el «ojo del huracán». El periodista e historiador Indro Montanelli, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades (1996), en sus Memorias de un periodista (Tiziana Abate. Barcelona, 2003) decía: «he recorrido mi siglo desempeñando un oficio que me ha permitido encontrarme en el ojo del huracán de todos los acontecimientos… pero eso es lo que soy y lo que quiero seguir siendo: tan solo un periodista, un testigo de mi tiempo». Obviamente, para no acabar como testigo comprado o manipulado es indispensable ser dueño de la libertad y patrono de la propia independencia.

OBJETIVIDAD. A veces, aunque afortunadamente no siempre, lo obvio

necesita ser explicado, sobre todo y por lo que en este momento nos ocupa, porque sin objetividad no existe verdadera información.

El periodista solamente puede pasar con solvencia de la función informativa a la

opinión si está debidamente pertrechado de objetividad. Si en las redacciones de prensa no habita la objetividad, estas se convierten en cómplices del anhelo de esa tentación totalitaria de la que hablaba el periodista, filósofo y académico Jean-Francoise Revel, en su reputada obra La Tentation totalitaire (1976), por parte de quienes protagonizan la acción política y económica.

ESPÍRITU DE SERVICIO. El periodismo tiene que tener entre sus lectores la virtud de la utilidad, porque la prensa en nuestro tiempo no es algo trivial sino imprescindible para frenar los excesos a los que nos ha llevado este tiempo de crisis. Es, en efecto, un medio de información y de recreación, pero debe ser también un suministrador de ideas para asentar criterio en los lectores. En la actualidad, solo quienes desde el poder mantienen, fomentan y posibilitan la viabilidad de los medios de comunicación, están pensando en su país, en su región y en sus ciudadanos.

Tras 95 AÑOS, el Periódico

Extremadura ha sabido ser coherente con esta visión deontológica del oficio. Sostener esta condición casi un siglo conlleva haber remado contra corriente en no pocas ocasiones; por eso, la constancia y la defensa de criterios rectos son valores a la búsqueda de recursos para ponerlos cada día en la calle, en esa contienda cada vez más competitiva contra los nuevos medios digitales.

Valgan estas líneas de solidaridad

y reconocimiento al esfuerzo de una cabecera que acompaña a la región extremeña. El Periódico Extremadura ha sabido cruzar la frontera hacia la modernidad en una región donde hemos visto que sus páginas eran testigo, testimonio y reflejo de nuestro discurrir a lo largo de todo un siglo. Pero, sobre todo, ha sido capaz de suministrarnos ese pan diario de palabras que alimenta nuestra necesidad de saber, conocer y pensar. k