Isabel tenía 47 años cuando fue madre por primera vez. Su hijo era un niño de acogida. Al principio sufrió tanto con la adaptación que decidió que lo mejor para todos sería que el pequeño volviera al centro de menores de la Junta. Tenía claro que no lo podía querer de un día para otro. Pero, no sabe muy bien cómo, sacó fuerzas y ambos se prometieron que lo iban a intentar tantas veces hicieran falta. Lucía nació y la vida de Sabina se acabó tal y como la conocía hasta ese momento. Hace 15 años que, casi las 24 horas, hace de cuidadora del síndrome Rett, una enfermedad rara. Cuando sale a la calle se maquilla, se pone una careta y trata de no perder la sonrisa. Entonces la gente le comenta que lo lleva muy bien, pero lo que ella hace es dejar la pena en casa. Los ratos más tristes son los que pasa a solas con su hija. Durante décadas Felisa no vivía, solo habitaba, como los animales. Era una esclava. Su marido le pegaba constantemente, todo el pueblo lo sabía, pero todos miraban hacia otro lado. Ahora, cumplidas las 76 primaveras, le dice a sus nietas que la independencia económica es lo fundamental. Y Antonia ha logrado, a sus 34 años, su sueño: compartir hogar con su pareja. Ambos han conseguido que la discapacidad intelectual no sea una barrera para tener su propia casa.

Descubrir estas vivencias de mujeres extremeñas valientes, poner el foco en esas pequeñas grandes historias que reflejan una realidad muy común (aunque nunca esté en primer plano), básicamente contarle a la gente lo que le pasa a la gente, es la esencia de lo que para mí significa ejercer el periodismo. Y esa sustancia es parte del ADN de este diario. Cercano, comprometido. Dándole voz y espacio voz a quienes cuesta más escuchar, a quienes más cuesta ver.

Y, más allá de la inmediatez a la que obligan las redes sociales y las agotadoras prisas de internet, aquí se permite el sosiego, la reflexión, el análisis, la calma. Un privilegio que solamente es posible gracias a que el Periódico Extremadura todavía se puede oler, se puede palpar. Sus páginas se pueden pasar. El irremplazable placer de leer en papel. Tienen entre sus manos un diario que resucitará eternamente, que nunca se rinde, que pelea con fuerza día a día. Y que siempre abre sus puertas. A por otros 95 años. k