Los 95 años de El Periódico Extremadura representan un acontecimiento especial para mí, aunque no exagero si digo que cada día es diferente y único en este diario, el de mi ciudad, en el que soñé trabajar desde que mi padre lo compraba, especialmente para leer las crónicas de su Cacereño, que firmaba su amigo --y después el mío-- Andrés Sierra. En éste cumpliré la friolera de 29 años con contrato en esta ‘mi casa’, aunque más de 30 si contamos un par de años como chico ‘de prácticas’ o, como se dice ahora, becario.

y es que aquel año 1989 ha

sido el año clave de mi vida, el que lo ha marcado todo. Tras los tres meses de verano en la redacción de Camino Llano, el malogrado Paco Pérez, mi inolvidable primer director, me dijo: «oye, José María Ortiz, que si quieres quedarte en el Periódico, que hay una plaza libre en cierre». Y hasta ahora. Dejé Madrid bajo la promesa de terminar la carrera, algo que hice más tarde. Pero esa es otra historia.

Aquella redacción de

periódico era fantástica. Allí se fumaba. Allí se bebía, como en Lou Grant, y además con cabeza. Conocí a todos porque quería estar todo el día en el Periódico, porque a mí este oficio, y esta casa, siempre me han encantado. Conocí a los redactores de local, a los maquetistas (Nacho y Enrique, que estáis en los cielos), a la gente de fotocomposición, a los de rotativa incluso. Con los chicos de montaje hacíamos excursiones nocturnas a La Madrila a tomar copas y a reírnos de cada anécdota del día. Cada noche tenía que ‘aguantar’ a 10-12 montadores que me vacilaban, a mis 23 años, a cada momento.

En Nochebuena, vaya, al mediodía a veces se nos iba de las manos. Los grandes Matías Rumbo y Manolo Fernández (QEPD) eran los impulsores de la fiesta. Eran únicos, irrepetibles. Eran unos clásicos. Matías nos llevaba siempre a El Barco, en La Madrila Alta, donde la fiesta terminaba (o no) y donde el jolgorio alcanzaba su máxima expresión. Qué momentos.

uno de los días más felices

de mi vida fue aquel 10 de mayo de 1992. «Ortiz, ¿quieres pasar definitivamente a ser redactor de deportes?». «Claro que sí, hombre», le espeté. «Es mi sueño». El Cáceres había subido a la ACB y hacía falta un periodista más en esa sección. Luego, mi condición de ‘todoterreno’ me ha hecho escribir sobre todo. No existe el periodista deportivo. Existe el periodista, entiendo.

parece como si fuese ayer

aquel 4 de octubre de 1989 (por cierto, gracias a Rosa Téllez y Ricardo Moreno, decisivos entonces para estar en mi ‘casa’ ahora).

Momentos buenísimos casi

todos en todo este tiempo, en fin, en esta ‘mi casa’. Lo de ‘mi casa’ puede sonar a pesado, pero algún día tendría que ponerme a echar cuentas para resolver la duda: ¿dónde he pasado más horas, en el Periódico o en mi domicilio? Perdón. No lo voy a hacer. Estoy muy feliz aquí. Gracias por todo, Periódico decano. k