TEtstamos viviendo en una época en la que ser un buen alumno es sinónimo de ser una persona que no es bien acogida dentro de ese grupo social que es la escuela o el instituto. Y es tremendamente duro y triste, que el alumno responsable y trabajador, a veces se sienta como si fuera un bicho raro y trate de solapar el trabajo que realiza día a día para que sus propios compañeros no lo aparten del grupo. Si nos paramos a reflexionar sobre las causas que están induciendo a muchos de nuestros jóvenes a pensar que: el afán de superación, el trabajo diario y el cumplir con nuestras obligaciones son actitudes y hechos que hacen que los alumnos que lo llevan a cabo no se encuentren en la misma onda que ellos y, por tanto, están fuera de su círculo de acción, además de ser considerados blanco de sus burlas, veríamos que muchas de estas causas obedecen a la falta de interés y de motivación por los estudios, y sobre todo, por el tratamiento que desde nuestras actuales leyes de educación se le ha dado al mal estudiante. Creo que ha llegado el momento de premiar a los buenos estudiantes y que sean, precisamente ellos, los modelos a seguir para el resto de alumnos.

Es muy importante que el alumno trabajador se sienta reconocido y aceptado, para ello deberíamos premiarlos ofreciéndoles ser los primeros a la hora de optar por una beca, una plaza en un determinado campamento de verano, excursiones culturales, la participación en actividades deportivas- así como la obtención de diplomas a la buena labor realizada a lo largo del curso escolar.