Ayer estrenamos año. El 9º del tercer milenio. La crisis financiera y la económica --¿no son la misma?-- nos hacen temer lo peor. Cada vez crece más el número de parados. Cada día se incrementan las familias en las que ni siquiera uno de sus miembros trabaja. Y lo de "no llegar a fin de mes" se está convirtiendo, por desgracia, en "no llegar al fin del día" para muchos conciudadanos. Pero, siendo esto malo, no es lo peor. Lo peor es que a la crisis económico-financiera se está sumando a pasos agigantados la crisis de valores, la crisis del espíritu. El ser humano es "animal racional" dotado de facultades que le relacionan con su entorno del que, razonando, puede sacar conclusiones y descubrir el por qué de las cosas. Pero esta definición es incompleta. Además de racional, el ser humano es el "homo religiosus": ser humano ligado a la trascendencia, relacionado con Dios. El gran pensador y profesor universitario, Manuel García Morente, agnóstico, decía a uno de sus alumnos: "le tengo envidia porque usted es creyente y yo no tengo fe". García Morente se consideraba falto de algo esencial al ser humano: su dimensión trascendente. Estamos olvidando esta dimensión del ser humano. Estamos olvidándonos de Dios quizá porque a otros les interese que Dios no exista, que Dios sea excluido de la sociedad porque es más cómodo vivir como si Dios no existiera. Más cómodo y más peligroso porque cuando el hombre prescinde de Dios, se quiere convertir él en Dios, dueño de la vida y "administrador" de la muerte.

Que el año nuevo nos traiga vida nueva.