Henos aquí nuevamente, soportando los últimos coletazos de un tórrido verano, dispuestos a cumplir con la difícil tarea de dar a esta columna de opinión un contenido interesante sobre asuntos que preocupen a nuestros lectores. El reto sigue estando en no defraudarles.

También en esta nueva etapa, será inevitable hablar de la crisis económica y de sus lacerantes consecuencias para un número cada vez mayor de compatriotas, aunque resulte harto difícil aportar algo nuevo; pero no denunciar lo que percibimos como injusticias, incongruencias y errores en la forma en que se están enfrentando a ella nuestros gobernantes, sería otorgar callando, y a eso no estamos dispuestos mientras mantengamos un mínimo de sensibilidad social y clarividencia.

Podrá argüirse en nuestra contra que no todos estamos preparados para opinar sobre ciertos temas, pero no debería olvidarse que la opinión es sólo un juicio sobre apariencias, aunque para emitirlo se haya de estar bien informado. Siendo así, estamos convencidos de que muchas opiniones juntas pueden acercarse más a la verdad que el propio conocimiento científico. Si sólo se pudiera hablar de los diversos asuntos que nos atañen desde la atalaya intelectual del hombre de ciencia, tendríamos inevitablemente una nueva especie de despotismo ilustrado, desde el cual, como ha hecho Hawking, se puede concluir en contra del sentir general que Dios no existe.

Por tanto, queridos lectores, aquí nos tendrán semanalmente expresando nuestro punto de vista respecto a temas que inciden en el vivir cotidiano, sin ánimo de pontificar, aunque sí de tender puentes sobre las discrepancias.