TAtlmendralejo y otras ciudades tienen problemas puntuales y claramente identificados de convivencia ciudadana entre los naturales y una determinada población inmigrante. Podemos ir de los efectos a las causas en una regresión casi infinita, eso está bien para los sesudos estudiosos del tema, pero no es lo que necesitan los afectados. Lo que ellos creen, según oímos, aunque no siempre expresado con aceptable corrección política, es que a aquellos que han decidido elegir como primus inter pares para regir el destino común -alcalde, presidente de una comunidad autónoma o de la nación- no les corresponde explicar o justificar los hechos problemáticos a que tienen que enfrentarse cotidianamente. Los políticos que así actúan suelen deslizarse hacia una estéril especulación teórica o, en el mejor de los casos, hacia una bienintencionada pedagogía ciudadana, pero más frecuentemente sólo será una forma sibilina de escurrir el bulto. No los elegimos para eso, sino para buscar soluciones concretas y eficientes, no sólo eficaces, a esos problemas.

De ellos sólo se espera que, con buena información y recto juicio, calibren la magnitud e incidencia de los mismos en la ciudadanía y consecuentemente tomen las decisiones oportunas para atajarlos, si es posible, o para minimizar sus consecuencias. ¿Tienen autoridad e instrumentos para ello? sin duda. No nos hagan creer, pues, que por algún inconfesable motivo de índole electoral les falta la voluntad. Si hemos de dar al César lo que es del César también tenemos derecho a exigir lo que de él esperamos.