No lo indultó Pilatos, él lo condenó; el indultado fue Barrabás. Ahora, veintiún siglos después, han indultado a Cristo en Estrasburgo. Bueno, a Cristo, no; a su imagen crucificada. Y es que parece que Europa, que se forjó como tal enraizándose en el cristianismo, se avergüenza ahora de tener esos principios. Y estorba el nombre de Jesús, y su doctrina, y sus mensajes, y su figura y su imagen. Y en la sociedad de "la libertad" y de la "democracia" y de los "derechos humanos" se intenta pisotear la libertad de los que queremos que Cristo siga "pintando en la vida". Y no se tienen en cuenta las mayorías absolutas de creyentes que desean que sus símbolos sigan campeando, como hace veinte siglos, en los campos y en las ciudades. Y no se respeta el derecho humano fundamental a la libertad religiosa de los cristianos, en aras, dicen, del respeto a otras creencias, aunque éstas sean tan minoritarias que, a veces, cueste trabajo identificarlas. Por eso condenaron a Cristo crucificado a exiliarse de las aulas y de otros lugares públicos. El Tribunal Europeo de Estrasburgo, con jurisdicción no sólo sobre los países miembros de la C.E. sino sobre las 47 naciones que componen el viejo continente, ha dado la razón al Estado italiano que recurrió ante él: sentenció el 18 de marzo que "la presencia del crucifijo en las aulas no viola el derecho a la libertad de conciencia. Ni alumnos ni sus padres pueden sentirse dañados por una imagen de convivencia y de paz, el crucifijo, que es un símbolo "esencialmente pasivo" que no significa ningún tipo de proselitismo". La sentencia es firme, definitiva y no apelable. Tomen buena nota nuestras autoridades académicas.