TEtl saber -la cultura- es, después de la vida y la libertad, el mayor don humano que tenemos los "terrícolas". El saber te hace accesible el mundo y sus "misterios". El saber te acerca al universo; te hace familiar la admirable "rutina" del orden de los astros y su incesante movimiento por las autopistas orbitales. El saber te hace "casero" el conocimiento del mundo animal y vegetal y te facilita el hermanamiento con las demás criaturas que pueblan la faz de la "hermana" tierra que diría "il poverello", Francisco de Asís. El saber te hace romper los muros de tu "yo" para introducirte en el pensamiento de los grandes inventores y pensadores, a través de sus obras literarias, poéticas, filosóficas, teológicas... El saber te hace posible el éxtasis contemplando las obras de arte de la naturaleza o de los pintores, escultores y arquitectos u oyendo las sinfonías de los grandes músicos. El saber te hace traspasar la barrera de lo tangible para tocar casi con las manos la trascendencia. El saber te facilita el salto de lo humano a lo divino. Por eso es tan necesario que un pueblo tenga cultura y ame el saber. Y por eso nos gusta a todos ser cultos y que los otros nos tengan como tales. Leía no hace mucho unas manifestaciones de Pío Baroja, Académico de la Real de la Lengua, allá por 1904: "En España hay siete clases de españoles: 1) los que no saben; 2) los que no quieren saber; 3) los que odian el saber; 4) los que sufren por no saber; 5) los que aparentan que saben; 6) los que triunfan sin saber y 7) los que viven gracias a que los demás no saben. Estos últimos se llaman a sí mismos 'políticos' y a veces 'intelectuales'". Aunque no muy de acuerdo en todo con D. Pío, ¿en qué apartado -pregunto- nos encasillaríamos?