THtubo bastantes más víctimas de las fechorías de Bin Laden que las cerca de tres mil personas fallecidas en el World Trade Center y el avión de Pensilvania. A ese cómputo macabro se deberían añadir -sin pretensión de relativizar la desgracia americana- las más de cien mil víctimas civiles de la intervención militar en Afganistán e Irak, consecuencia directa de la legítima -aunque desproporcionada- respuesta de los estadounidenses. Ese es el único "éxito" de la vengativa acción de aquel desalmado terrorista contra aquellos a quienes antes había servido diligentemente en sus intereses geoestratégicos en el mismo Afganistán, que entonces intentaban invadir los rusos. No creemos que con su malvada acción terrorista Bin Laden pretendiera otra cosa, pero, en cualquier caso, quienes desde el mundo árabe recibieron con insana alegría aquel tremendo golpe al mismo corazón del inveterado enemigo occidental, una década después pueden preguntarse en qué ha cambiado su situación política en el mundo y las condiciones de vida de sus ciudadanos como consecuencia directa del 11-S.

Los americanos, acostumbrados a otros cruentos ataques por sorpresa a su soberanía, como aquel de Pearl Harbor que les llevó a declarar la guerra a Japón, han respondido también en esta ocasión con todo su poderío militar, porque miden las ofensas recibidas por el elevado concepto que tienen de si mismos. Pero, en general, no se puede decir que hayan transferido su enemistad con unos malvados personajes a la cultura y la fe que estos pretenden equivocadamente defender, aunque algunos lo intentaran con tozuda demagogia.