La Junta de Galicia ha presentado un proyecto de ley que favorece la natalidad y protege a las mujeres gestantes que encuentran dificultades para llevar adelante su embarazo. Dado el bajo índice de nacimientos y el alto de longevidad, la sociedad gallega ha reaccionado -Dios quiera que a tiempo- para frenar el vertiginoso descenso que la lleva a ser un pueblo de viejos. Por otra parte, no es desconocido el hecho que las pantallas de TV nos muestran con frecuencia: pueblos casi sin niños que ofrecen casa y trabajo a matrimonios con hijos, en edad escolar, que acepten vivir como vecinos. Evitan así, entre otras cosas, ver cerrada la única escuela que aún les queda con un puñadito escaso de alumnos. Alegra ver las caras radiantes de los "mayores" que celebran los juegos y oyen los gritos de esos "nietos" que, sin serlo, les llaman a todos "abuelos". Es un canto a la vida, a la familia, al amor. Felicitamos a los políticos gallegos por la iniciativa importante en pro de la vida y la mujer gestante que han presentado en su "Parlamento". Pero... ¿saben mis lectores? En Galicia, la oposición y con ella gentes que pomposamente se autodefinen "progresistas", están llamando a este proyecto de ley, que protege a las nuevas vidas, aún no nacidas, y a las futuras madres en dificultades, "antidemocrático" y "de extrema derecha". ¡Qué barbaridad! No sabía yo que truncar una vida humana por nacer fuera democrático y no ayudar a las futuras madres en apuros fuera propio de la izquierda. La vida en camino no entiende de democracia, ni de izquierdas, ni derechas. Sólo sabe que tiene derecho a vivir y exige a todos, de derechas o izquierdas, que le dejen ver la luz.