TCtuentan que en un pequeño pueblo murió una viejecita de más de cien años. Mantenía su dentadura perfectamente, sin que le faltara un solo diente, y nunca había murmurado de nadie en su vida. Los vecinos, en el velatorio, comentaban estas dos características de la difunta y el Párroco las resumió diciendo en el funeral: "Esta buena mujer ha conservado perfectamente sus dientes porque nunca mordió a nadie". ¡Cuántos desdentados debe haber en nuestros días! Al principio del cristianismo el amor era el distintivo de los seguidores de Jesús. "Mirad cómo se aman", decían los que, sin ser cristianos, convivían con ellos en pueblos y ciudades. Hoy ¿no se podría decir de muchos -cristianos y no cristianos- "mirad cómo se muerden?" A juzgar por los comentarios y por las críticas que se intercambian los vecinos del barrio, parece ser que sí. Si oímos lo que los empleados murmuran de sus jefes, parece ser que sí. Si escuchamos las maledicencias de los alumnos contra sus profesores, parece ser que sí. Si atendemos a los infundios, las falsedades y las calumnias que los políticos de cualquier color arrojan sobre sus oponentes, parece ser que sí. Si damos oídos a ciertos comentarios que algunos cristianos -clérigos y laicos- hacen sobre la Jerarquía de la Iglesia, parece ser que sí. Sí; parece ser que sí, que nos mordemos mutuamente. Y morder, nos dice el diccionario, es asir y apretar con los dientes una cosa clavándolos en ella. Si cada dentellada -despiadada la mayoría de las veces- se lleva, con la fama del prójimo, alguna de nuestras piezas dentales, muchos necesitaremos una buena dentadura postiza que oculte la fealdad de la boca.