No se acaba de deshojar la margarita en el PP local; y nos siguen teniendo a todos en expectante espera. A todos --incluidos, según oímos, quienes no desean un cambio de gobierno municipal en estos momentos--, porque, como debe ser, a todos nos concierne el hecho: el déficit democrático que supone el que hasta el momento no haya una clara alternativa política en nuestra ciudad encabezada por una persona que pueda medirse en contienda electoral con el actual alcalde. Al menos, con posibilidades de dotar al principal partido de la oposición de una representación popular suficientemente refrendada en las urnas como para poder actuar de contrapeso político efectivo en nuestro Ayuntamiento. Algo que, independientemente de cómo lo esté haciendo quien gobierna, resulta necesario para acercarnos a un ideal equilibrio del juego democrático.

Muchos nombres se barajan últimamente para llevar a cabo esa tarea, pero no son las personas ni la discusión de su idoneidad para el cargo (algunas de las que suenan nos parecen muy válidas) el tema que llama nuestra atención, sino el grave síntoma de caos interno que supone el hecho de que la solución no parece que vaya a venir de las bases locales del partido.

Es comprensible que, ante la falta de consenso en el PP local, desde la dirección provincial del mismo se intente imponer un candidato; pero si tal cosa ocurriera finalmente -y ahora nos viene a la memoria la historia reciente de este partido en nuestra ciudad-, es posible que no tuviéramos más que otra confirmación de que el hombre es el único animal que puede tropezar dos veces en el mismo sitio.