Faltan apenas cinco días para que Almendralejo se transporte al siglo XIX y viva con intensidad una de sus dos fiestas de interés regional como es la Ruta Literaria del Romanticismo. La fiesta, que cumple su décimo cuarta edición, ha atravesado luces y sombras, como casi todas, aunque en los últimos tiempos está tomando un realce especial. Una de las grandes luchadoras para que esto ocurra es Concha Rodríguez (Almendralejo, 1967), empresaria, directora y actriz teatral que ha cogido el toro por los cuernos y ha desempolvado toda su creatividad para regalarle al público piezas de la época. Su última cosecha es poner en pie El estudiante de Salamanca, de José de Espronceda, una obra que será el plato estrella del Romanticismo durante la noche del sábado 2 de junio.

--De nuevo al frente del Romanticismo. ¿Qué siente?

--Para mí es un honor, un privilegio y, especialmente, una responsabilidad brutal porque hablamos de una fiesta que ya tiene la etiqueta de interés regional. A todo ello hay que unirle la posibilidad que me permite de unir a tantas asociaciones como participantes. Es un placer y, al mismo tiempo, una gran oportunidad.

--¿Cómo es el montaje del ‘El estudiante de Salamanca’?

--Estamos hablando de un poema dialogado y lo hemos establecido con muchos escenarios. Hay una taberna, un cementerio, muchos protagonistas. He tratado de darle fuerza y teatro con acciones que desprenden conflictos y acción. Hemos creado múltiples personajes y contamos historias como la de Elvira, una mujer engañada que despechó a su pareja para irse con el ser amado, personajes amigos y enemigos del Estudiante, entre otros. La gente verá amor, desamor, la unión y desunión de un pueblo y muchas más situaciones. A todo ello hay que sumarle el pedazo de escenario que tenemos como es la puerta de la parroquia de la Purificación, en la plaza de España.

--¿Cómo ha sido capaz de reunir a tanta gente, cien entre actores y figurantes, para los ensayos?

--Ha sido realmente complicado. Hemos tenido mucha paciencia porque cuando no faltaba uno, no podía el otro. Tengo jóvenes como Julia Salguero y Carlos que están haciendo grandes papeles y puedo decir con orgullo que el 99% son actores de Almendralejo. Muchas personas que colaboran son mayores que tienen sus vidas. Tienen que quedarse con sus nietos, ir al médico, hacer compras. Lo hemos ido levantando poco a poco.

--¿Qué es lo más difícil de esta obra?

--Transmitir el no machismo. Al leer los versos, veía un canto a la libertad, a la belleza y a morir cuando esté el cuerpo digno. Hay que saber que los románticos se suicidaban muy jóvenes porque les daba miedo la fealdad de la vejez. Transmitir esa masculinidad del romántico, convertido en personas débiles obsesionados por la belleza, era clave. Había que marcar mucho la humanidad de los personajes y quitar los estereotipos de la obra.

--¿Cómo analiza la evolución de la Ruta del Romanticismo?

--Desde que fue nombrada como Fiesta de Interés Turístico Regional, el pueblo se ha puesto las pilas. Antes, era una fiesta que no contaba con la aceptación del pueblo e, incluso, se había politizado mucho. Para mí es una fiesta necesaria. He visto a gente joven que se está empezando a implicar para participar. El futuro de esta fiesta está en los jóvenes y en que los niños se vistan como hace cientos de años. Es importante que el pueblo quiera a esta fiesta.

--¿Le gusta cómo va a quedar?

--Seguro. Me gusta más esta obra que la de Don Juan Tenorio, por ejemplo, al ser más verídica y que puede ser más reconocible para el ciudadano de a pie.

--Y ahora, ¿por dónde pasan los proyectos de Concha Rodríguez?

--Estamos inmersos en la representación de la obra Homenaje inesperado, que desde que la estrenamos en Almendralejo en octubre del pasado año, ha sido un éxito. Llevamos ya 17 representaciones y vamos a realizar más montajes fuera de Extremadura. También la Editora Regional ha rescatado una obra mía para desarrollarla como era Hoy viene a cenar mi sobrino el concejal. Además, a esta obra de El Estudiante de Salamanca me gustaría seguir dándole forma. La verdad es que no paro de trabajar y estoy muy agradecida a la vida por hacer lo que amo. Es un lujo.

--¿Le queda algo por hacer?

--Quizá anhelo la posibilidad de tener proyectos con una distribución más fuerte. La cultura está muy politizada y se han cerrado muchas puertas. Ahora parece que solo vale el teatro si tienes un cabecero famoso en el cartel. Me gustaría que los programadores y dueños de teatro se atrevieran a ver gente nueva y se quedaran con el producto, no solo vivir de los carteles. También veo que sigue habiendo muchos problemas administrativos para poder desempeñar todo esto.