THtace poco los medios de comunicación se hacían eco de una noticia: los españoles somos menos que el año pasado. Y eso, a pesar de la alta natalidad en sectores emigrantes. Desde que se publican los datos de población, es la primera vez que se conoce este descenso. Los españoles no tienen niños o, son tan pocos los que nacen, que no llegan ni a igualar siquiera la tasa de mortalidad. ¿Las causas? La sexualidad se vive excluyendo la fecundidad, la edad del matrimonio se va retrasando, las condiciones económico-sociales no facilitan la paternidad-maternidad, el aborto está a la orden del día desde que el matar al no nacido se elevó a "derecho" de la mujer... Ante estos datos preocupantes, los políticos deberían ofrecer en sus programas electorales medidas que favorezcan la aparición de nuevas vidas que garanticen el relevo generacional: situaciones laborales estables, acceso a una vivienda capaz de albergar dignamente a la familia, educación accesible a todos, incluidas las guarderías infantiles, protección a las familias numerosas dispensándoles un trato fiscal compensatorio de las cargas que soportan... Parece que no queremos analizar responsablemente la situación prefiriendo mantenernos en nuestros propios errores antes que decidirnos a cambiar el rumbo de los acontecimientos. Decía hace poco Mons. Fernando Sebastián: "Vivimos hace 30 años contra la ley natural. Y vivir contra ella es suicidarse. Los españoles, por lo que sea, no quieren tener hijos. Con lo cual la sociedad española se consume, se termina. Otros vendrán a ocupar el sitio de los que no nacen. España seguirá, pero será otra sociedad diferente". Una España menguante, digo yo.