En Durban, no hace tanto, empezó todo y de muy mala manera. A orillas del Océano Indico llegó España hace tres semanas para emprender su aventura africana, aunque una derrota inicial ante Suiza le arruinó emocionalmente. A Durban vuelve hoy la selección, que se levantó con energía y grandeza de ese inesperado accidente, para jugar un partido contra la historia. El partido que jamás ha disputado: una semifinal del Mundial. Y ante Alemania. Es ahora o nunca. Así de simple. Y puede esperar Holanda, que anoche ganó a Uruguay (3-2).

Ahora España puede completar un ciclo irrepetible con la conquista de la Eurocopa (2008) y una final del Mundial (2010). Nunca España estuvo tan cerca del paraíso, impulsada por una irrepetible generación de jugadores, cuya semilla made in Barça, ha modificado el ADN del tradicional, rústico y primitivo fútbol español donde solo había lugar para la furia. Y la épica.

Ahora la selección, sin el tono patriótico tan fánatico que acompaña a otros países --no tiene la trascendencia de Argentina, Brasil o Italia, por ejemplo-- se asoma a la noche que había perseguido durante 80 años de Mundiales. Nunca ha vivido algo así. En Durban, bajo ese imponente arco calatraviano que arropa el hermoso estadio surafricano, España sueña.