Nos han quitado tu vida, Facundo, pero no podrán quitarnos lo que que con ella nos diste. Aquello que aún vive dentro de nosotros cuando recordamos tu susurrante voz, acompañada por los sones sencillos de una guitarra sabiamente acariciada, cantándonos: no soy de aquí, ni soy de allá... Lo mismo que con otras palabras y otro acento ya dijera el cubano José Martí en sus "Versos sencillos" (1891): Yo vengo de todas partes,/ y hacia todas partes voy:/ arte soy entre las artes,/ en los montes, monte soy./ Pero tú no sólo lo dijiste con la musicalidad propia del verso, lo dijiste, además, con música. Con una música enraizada en la de Atahualpa Yupanqui, tu maestro, y con la que te unías a otros cantautores latinoamericanos de tu generación comprometidos con la vida, como Jara, Sosa y Cafrune. Atahualpa pondría en tu epitafio que se han parado bruscamente los ejes de tu carreta, desde la que te gustaba cantar a la vida. Parada por unos asesinos a sueldo que han metido un palo en sus ruedas para no dejarte seguir por ese largo camino que un día elegiste transitar como músico, poeta y cantor de aquellas cosas que nos hacen más humanos.

Ahora, más que nunca, no eres ni de aquí ni de allá porque ya eres de todos. Y ahora comprendemos mejor porque cantabas aquello de "pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo". Lo hacías porque, como Mercedes Sosa, podías dar "gracias a la vida" por haberte dado tanto, tanto de ese don especial que tenías para expresarte a través de la música y la poesía. Descansa en paz, Facundo Cabral, amigo de los hombres de paz... "cuando un amigo se va queda un espacio vacío".