Hemos oido decir que la mejor inversión económica que se puede hacer en una ciudad es la que se dedique al deporte; obviamente, esa afirmación lleva implícitos ciertos juicios de valor sobre lo que se supone más beneficioso para formar a la juventud. Para rebatirlos, no vamos a caer en la simpleza de oponer actividades intelectuales y recreaciones del espíritu a puras habilidades psicomotrices o destrezas. Por contra, lo que nosotros creemos es que los jóvenes se han de educar integralmente, recibiendo tanto enseñanzas morales e instrucción en las diversas materias culturales y técnicas para las que tenga vocación, como educación física y artística. Porque más allá del aprendizaje de un oficio o profesión, sólo la práctica y disfrute de todas las manifestaciones culturales (deportes, música, pintura, literatura, cine, teatro, etc) puede enriquecerlos personalmente, desarrollando su sensibilidad y otras dimensiones de la personalidad necesarias para la vida social y el equilibrio psíquico. Claro está que, por condiciones físicas o carácter innato, cada joven tendrá una inclinación natural a dedicarse preferentemente al arte o al deporte; pero el alma del ser humano puede y debe ser tan rica y diversa, que potenciar un desarrollo parcial de la misma es empobrecedor y totalmente opuesto a esa superior educación integral. Por tanto, deporte sí, para mantener una mente sana en un cuerpo sano, y, por tanto, en su justa medida. Pero no confundamos la práctica del mismo con el deporte profesional como puro espectáculo recreativo, pues, como tal, cualquiera podría decir que tanto lo es un partido de fútbol como una ópera.