La congelación de las pensiones hoy; la reforma de las mismas, mañana y su recorte drástico, si Dios no lo remedia, pasado mañana, no son más que síntomas de un mal que rebasa nuestras fronteras. Y el mal no es que la longevidad siga subiendo; es que la natalidad siga bajando. El reto no es que envejezcamos más; es que "nazcamos" menos. La ley del divorcio exprés; el que el aborto haya pasado de ser un delito a un "derecho"; la desprotección de la familia tradicional y su devaluación frente a otras formas de familia; las dificultades laborales contra la mujer gestante...han venido a facilitar la disminución de nacimientos. La propia Unión Europea está recapacitando sobre el problema. La crisis ha puesto las cartas sobre las mesas de los diputados y, aún los más sectarios de entre ellos, están cayendo en la cuenta de que a Europa le falta el relevo generacional necesario a la hora de mantener el bienestar social. Y para ello reconocen la importancia que tiene la familia, fundada entre hombre y mujer. Así, hace un mes, el Comité Económico y Social Europeo reunió una audiencia especial en la que asociaciones familiares de toda Europa estudiaron "el papel de la política familiar en el cambio demográfico". Las conclusiones de la audiencia fueron el centro de los estudios de una semana temática que la Presidencia de turno de la UE celebró bajo el lema "La familia, lo primero para Europa". El Consejo de Ministros se reunió informalmente para estudiar políticas de apoyo a la familia y a la maternidad. Bienvenidas sean y bienvenidos, estos apoyos; pero bienvenido, sobre todo, el cambio de mentalidad y de "políticas" de nuestros eurodiputados.