La convivencia entre la población local y la de temporeros, la mayoría de ellos de nacionalidad rumana, es uno de los debates más candentes en Almendralejo, y lo es casi en cualquier época del año. Por esta razón, desde hace casi un año, la oenegé Médicos del Mundo ha focalizado su atención en este problema y trabaja en dos direcciones. Por un lado, con un programa de mediación intercultural en el barrio de San José, lugar con más afluencia de trabajadores extranjeros y, por otra parte, en otro de atención socio-sanitaria centrado en este colectivo con la idea de derribar las barreras que puedan tener a la hora de garantizarles un acceso normalizado a la salud. Patricia Jara (Toledo, 1974), técnico coordinadora de proyectos en Médicos del Mundo Extremadura, supervisa los resultados.

--¿Qué balance puede hacer de ambos programas?

--La primera toma de contacto fue conocer la realidad del barrio y la situación de los temporeros. Hemos detectado barreras, problemas y posibles soluciones. En el primer programa lo hicimos con una mediadora intercultural, Carmen Foltutiu que, al ser de nacionalidad rumana y llevar 15 años en Almendralejo, ha sido clave, especialmente con el idioma, una de las grandes barreras.

--¿Qué problemas detectan?

A nivel de salud, ellos tienen desconocimiento del sistema en España. No saben cómo pedir la tarjeta sanitaria, cierta documentación o los plazos. Otros no pueden empadronarse porque algunos vecinos no quieren hacerles contrato de alquiler de viviendas. Los propietarios esperan y ellos, por miedo a que les puedan echar, no lo piden. También la precariedad de los trabajos.

--¿Qué medidas adoptáis para acercarles al centro de salud?

--Muchos de ellos han confundido siempre utilizar urgencias como consultas. Hemos remarcado este hecho en talleres con profesionales socio-sanitarios de los centros de San José, San Roque y Servicios Sociales, con los que hay una buena coordinación en el programa. Les hacemos un seguimiento para que no falten a las citas, no lleguen tarde y les facilitamos la consulta.

--Algunos vecinos insisten en la existencia de problemas de convivencia. ¿Qué le dicen los temporeros?

--Realmente, no existe una relación entre población local y temporeros. No hablamos de mala convivencia, simplemente comparten barrio, pero nada más. Los temporeros no sienten la necesidad de crear vínculos en el lugar que están, en este caso Almendralejo. Ellos se mueven constantemente y, aunque suelen volver a los mismos lugares, no terminan de crear vínculos.

--¿Esa sensación de no implicarse puede generar problemas de convivencia?

--Creo que es una cuestión de prejuicios por ambas partes. No es igual ver a un grupo de temporeros comiendo pipas en la calle y tirándolas al suelo que si lo hace un grupo de gente de Almendralejo. También hay un problema de cultura y educación. De sensibilización.

--¿Hay familias rumanas afectadas por estos estereotipos?

--Generalizar nunca está bien. Hay familias de temporeros que sus hijos hacen vida normal en los colegios y que los padres buscan trabajo para estabilizarse. Otras quieren vivir en otras zonas, pero no logran pisos. Y hay otros temporeros a los que les da igual. Hay casos muy diversos.

--¿Qué estrategia tienen previsto seguir?

--Dos técnicos van dos días a la semana para seguir con las entrevistas. Además, vamos a conformar una mesa de coordinación institucional con los actores en el barrio, es decir, trabajadores sociales, profesionales socio-sanitarios y temporeros para estudiar más soluciones.