Los rejoneadores Pablo Hermoso de Mendoza, Sergio Galá y Luis Miguel Correa salen a hombros de la plaza tras ser premiados con excesiva generosidad por el presidente con ocho orejas y un rabo. Se lidiaron tres toros de Benítez cubero y otros tres Pallarés lidiados en tercero, cuarto y sexto lugar, todos ellos de aceptable presentación y en general de buen juego, que ante mas de cuatro mil personas que ocupaban en su totalidad los tendidos de sol y en su mayoría los de sombra, en tarde agradable. Luis miguel Correa recibió el doctorado de manos de Pablo Hermoso de Mendoza, que le cedió la lidia y muerte de "Guisanero" de Benítez Cudero. Un toro marcado con el numero 161, cómodo de cabeza con la presencia justa del cuatreño al que clavo de forma aceptable el segundo rejón de castigo, aunque se la tuvieron los tres que puso de forma desigual. Se autojaleo el torero en banderillas aprovechando la clara envestida del animal que ningún momento le presento dificultades. Mató de un rejón atravesado y de un certero descabello pié tierra, que el presidente premio con las dos orejas del astado. Con el que cerró plaza de muchos pies estuvo un tanto precipitado al comienzo de la lidia. Se fue amoldando a la envestida del animal pero los nervios le espoleaban y su labor resultó un tanto a prisa y corriendo en lo que lo dio todo. A Sergio Galán no le presentó dificultades serias el toro que le toco en suerte, un tanto gazapón y andarín que le costaba trabajo envestir, actitud esta que el rejoneador enmendó en parte exponiendo y provocando la arrancada para poder clavar con decoro y destello de arte. Pero tardó en matar y el premio quedó reducido a una oreja. Mucha voluntad puso el torero en el segundo de su dote quinto de la tarde, y hasta cierta torería al que le puso banderilla a dos manos y al que mató al segundo intento, el presidente le concedió las dos orejas. Pablo Hermoso de Mendoza que actuó en segundo y cuarto lugar se lució toreando a caballo al primer toro de su lote, codicioso y colaborador con el caballero en plaza que se lució al clava los rejones de castigo en buen sitio, caracolear con su jaca al astado y banderillear espectacularmente ante los olés y clamor del respetable que no cesaba de aplaudir. Todo un ejemplo de maestría a tener en cuenta para el realce del toreo a caballo que rematado de un certero rejón que fue premiado con los máximos trofeos. Al cuarto de la tarde, un toro codicioso y de arrancada fácil lo enceló con la cola de caballo y creó espectáculo, además de clavar de forma vistosa y adecuada al lucimiento, provocar la envestida del toro, templar la misma y enaltecer al público que disfrutó con ello, aunque rematara matando de forma defectuosa.