TLtos comentarios realizados por los lectores de periódicos digitales revelan tantas ocasiones hasta qué punto el machismo tiene sus garras hendidas en las vísceras y el cerebro de una sociedad enferma de desigualdad. Las últimas encuestas con porcentajes disparatados de chicas jóvenes que se complacen en la sumisión o el son repetido de laude periodística a una princesa barbie, cuyo mensaje a las mujeres va cargado de abundantes e innecesarias operaciones estéticas, causa pánico.

Así se entiende el malévolo desprecio de algunos por una mujer que aceptó dirigir el Ministerio de Defensa (¡tan masculino!) y mucho más porque esa mujer viajara durante su embarazo a escenarios bélicos, y (¡oh, escándalo!) que doña Carme Chacón renunciara a su derecho de baja maternal completa y optase por disfrutar sólo de 42 días. Quizás no se hayan dado cuenta de ello, de que es un derecho, pero no una obligación. Vuelta a la carga, le ha tocado el turno a doña Soraya Sáenz de Santamaría con su hijo Iván Rosa. Su decisión es una decisión privada y como tal hay que respetarla. Pero, ya que tantos hipócritas han deseado que su decisión trascendiera desde ese ámbito privado al público, vaya mi opinión compartida con otras mujeres: es todo un mensaje que no sólo dice de la alta responsabilidad de la vicepresidenta sino (y mucho más) es un ejemplo para una sociedad enferma, a la que se le muestra que la paternidad exige una dedicación que debe asumirse desde el principio, sin distingos entre sexos. Sólo existirá igualdad cuando asuntos como este no sean objeto de la atención pública, cuando nadie tenga que dedicar una sola línea a ellos.