La figura de Jesús ha concitado siempre la atención de guionistas de películas cinematográficas. Podríamos configurar un rico mosaico representativo de Cristo con escenas de su vida, pasión, muerte y resurrección, filmadas desde la década de los 60. Nicolas Ray en "Rey de reyes" (1961) presenta un líder, al estilo americano, que hace milagros elocuentes, un Jesús, símbolo del bien, que acaba dando la vida en su pasión. Más humano, un verdadero trabajador, es el Jesús del "Evangelio según San Mateo" de Pasolini (1964). Una imagen juvenil de Cristo trataron de ofrecer dos musicales en 1973: "Jesucristo Superstar" de Norman Jewison y "Godspell" de David Greene. Jewison pinta a Cristo con garra comunicativa pero flojo en su doctrina, revolucionario e inconformista mientras Greene presenta un Jesús hippie, predicador bonachón y constructor de la paz y, a veces, clown de circo o superman en camiseta. Por el contrario, un Cristo en majestad, humano y divino, Dios y hombre verdadero, es el que retrata Franco Zeffirelli en su "Jesús de Nazaret" en 1977 aunque esta producción televisiva, muy fiel a los evangelios, impacta más bien poco por su carencia de compromiso profético, social y cultural. No faltaron producciones polémicas por lo tendenciosamente fragmentarias y faltas de rigor: "La última tentación de Cristo" de Scorsese (1988) o "Jesús de Montreal" de Arcand (1989). Mel Gibson con "La Pasión" nos introducía en 2004 en el tormento indescriptible y desgarrador del "Varón de dolores". Cristo seguirá siendo objeto de la atención de muchos. Ojalá lo sea también para sus cristianos, de gratitud y seguimiento.