Decíamos que Romanticismo y artículos por entregas son sinónimos. Pero no voy a la literatura sino a esa fiesta que hace menos de un año tantos aplaudieron (corría su sexta convocatoria) y que ahora, al son de mudanza orquestada, pretenden otros tantos denostar, para arruinar de manera injusta una gestión cultural completa. Desde los orígenes de la convivencia en comunidad, hay fiestas nacidas de la tradición popular, que los gobernantes terminan por aceptar y regular, pero otra gran mayoría han nacido y nacen por iniciativa de las autoridades públicas con diversos propósitos, tantas veces laudables. La Ruta Literaria del Romanticismo tiene equivalentes nutridos y vivos en la geografía extremeña, no digamos ya en la española. Pensemos en La Albuera, en las Fiestas de la Luna al Fuego de Zafra, o en Almossassa de Badajoz, dentro de un larguísimo etcétera. Todas se parecen: promueven, mediante recreaciones, el pasado de las ciudades o algunas efemérides significativas de ellas, con fines culturales y lúdicos, y a la par fomentan el turismo, del cual se benefician los empresarios, que son los verdaderos artífices del empleo (hostelería, imprentas, medios de comunicación, empresas teatrales, comercio en general, entre otros). Por tanto, arrancar de cuajo actividades que generan consumo, reduce el gasto en las arcas públicas, sin duda, pero como contrapartida niega el crecimiento a ciertos sectores. Reduzcan sí, pero no anulen. Si en 2010 se recortó a la mitad el presupuesto, ahora déjenlo tiritando, pero que tirite. Repugna que el dinero de todos se lo embolsen urdangarines, pero no que se utilice en cultura y educación.