TTtal como está nuestro país, no podía ser por exceso de velocidad de nuestra economía, pero tampoco esperábamos que la Unión Europea quisiera ponernos una multa de mil millones de euros por el lamentable hecho de que tengamos una tasa de paro tan elevada. La primera reacción ante la noticia es pensar que los que están al frente de las altas instituciones europeas han perdido el juicio, pero, superado ese incontrolable impulso, el sentido común nos fuerza a pensar que ellos han de saber algo sobre las causas de nuestro grave problema que aquí se nos oculta. Porque, dado que a nadie se le impone una multa por caer en desgracia o por estar pasándolo mal, sólo cabe suponer que la Unión Europea entiende que no estamos haciendo todo lo que podemos y tenemos la obligación de hacer como miembros de la comunidad para salir de esa situación, vamos, que el problema no se resuelve por nuestra más que reprochable negligencia para abordarlo seriamente. Pero, al margen de que ésta pueda considerarse una inoportuna injerencia (vísperas de elecciones) en nuestros asuntos, no podemos evitar nuestra perplejidad ante lo que supone la amenaza. Porque si bien la multa sólo puede entenderse como un varapalo a nuestros actuales gobernantes, no creemos ni por un momento que estos la vayan a pagar de sus bolsillos, con lo que, en el mejor de los casos, sólo será para ellos un escarmiento en cabeza ajena, la de todos los españoles. Y así, nosotros, como doblemente sufridores, no podemos evitar en estos momentos el recuerdo de un dicho muy popular sobre quienes se ven agraviados por partida doble. Pues eso.