TCtomo siempre, con más ruido del deseado, nos enteramos todos de que ha nacido un niño, cuyo cordón umbilical va a salvar a un hermano de una enfermedad incurable, con un pronóstico fatal y próximo, caso de no ser tratado de esta forma. Hasta aquí nada más que alegrías supongo, para todos los que defendemos la vida de forma digna, y desde aquí doy mi enhorabuena a todos los que han hecho posible este milagro. Pero he aquí, que nuestra Conferencia Episcopal Española, nos estropea la alegría, preocupándose otra vez, más de los no nacidos, que de los que ya lo han hecho. Efectivamente, al parecer, la jerarquía de la Iglesia y muchos retrógrados que le apoyan, están en contra de todo esto. Afirman que si el hermano mayor está enfermo es porque Dios lo ha querido y si muere, es porque Dios así lo permite. Quienes afirman esto, son muchos de los aprensivos que colapsan los centros de salud y urgencias de hospitales, demandando una rápida solución para su pequeño achaque; los mismos que en sus "profundas convicciones" se olvidan de rezar, y exigen a esta misma ciencia que hoy atacan, la solución rápida de su malestar. ¡Cómo no se les ha ocurrido a estos padres, médicos y científicos, consultar antes con Monseñor Rouco y compañía!. ¿Pregunta Dios a nuestra Iglesia si puede hacer un milagro, antes de realizarlo?, o mejor aún, ¿Pregunta Dios a nuestra Iglesia, si puede permitir a la ciencia y a miles de hombres de bien, realizar milagros como éste? , ¿Qué contestaría esta Iglesia de Monseñor Rouco y compañía, si Dios le preguntara?