Gracias a los remordimientos de Alfred Nobel -inventor de la dinamita y otros explosivos que usados en beneficio de la humanidad han ayudado grandemente a su progreso y bienestar-, anualmente son galardonadas y recompensadas económicamente personas que como él han aportado algo importante en ese sentido, especialmente desde el terreno de la ciencia y la tecnología. Y dado que sus inventos fueron utilizados al mismo tiempo como instrumentos de guerra que sesgaron la vida de muchas personas, se entiende que el célebre físico considerara también dignos de reconocimiento los esfuerzos en pro de la paz mundial. Pero nos llama la atención que decidiera igualmente otorgar un premio en el terreno de las artes, y que además fuera sólo a una de ellas: la literatura. Es obvio que existen otros quehaceres artísticos en los cuales podría haberse fijado, como es el caso de la música, que por entonces, en vida de Edvard Grieg, el más célebre compositor noruego del romanticismo, había llegado a niveles inauditos de calidad y expresividad artísticas. No sabemos si una posible falta de dotes naturales para tal arte le impidió valorarlo como lo hizo, en general, la sociedad culta de su época, que buscaba asiduamente su práctica y disfrute; pero si su intención era que la literatura representara a todas las artes, estamos de acuerdo en que la que ocupa el sexto lugar puede hacerlo igual que la del cuarto. Por ello, nos sentimos especialmente concernidos por el Nobel de Literatura, y más aún si éste recae en un escritor hispano, Vargas Llosa, que compone y esculpe su obra literaria en una lengua de innegable belleza y musicalidad como es la española.