TSté que la noticia es añeja. Hace ya días que la buena nueva para las letras españolas penetraba en nuestros hogares al mediodía, a través de la pantalla de la televisión. Mario Vargas Llosa era galardonado con el premio Nobel. Al día siguiente, todos los periódicos cubrieron con especiales nutridos la novedad feliz, pues al fin el escritor peruano, nacionalizado español, nos entregaba a todos su alta distinción: "Debo a España este premio". También en la prensa regional se reseñaba la noticia con amplitud, y se nos recordaba que el Nobel estuvo en Mérida, con Aitana Sánchez Gijón, derrochando sus dotes de actor sobre el escenario milenario. Sin embargo, nadie recordó reseñar que mucho antes, en la primavera de 2005, Vargas Llosa nos visitó durante un par de días, invitado por la Unión de Bibliófilos Extremeños y Cajalmendralejo. El olvido es singular pues entonces su estancia en nuestra tierra fue portada en los periódicos de Extremadura. Jamás olvidaremos su gozo, recorriendo como un atleta, incansable, todos y cada uno de los rincones de Trujillo, como recordaremos siempre su cercanía y sencillez. Tampoco caerá en el olvido el homenaje que se le tributó en Almendralejo, donde nos dirigió unas brillantes palabras, y donde reconoció sentirse emocionado. De hecho el camino a Madrid (me contó el taxista) fue elogiando el libro que se le había dedicado. Con posterioridad ha distinguido a nuestro pueblo en actos privados. De hecho si Francisco Ayala celebró su 100 cumpleaños entre nosotros, se debió a un comentario del Nobel en uno de los jueves de la Academia: "Ve, ve con los Bibliófilos Extremeños, no te lo pierdas".