TPtarece que hemos tenido elecciones en España. Las televisiones han emitido amplios reportajes de mítines desde hace meses --primarias incluidas-- y en las últimas semanas no nos han dejado tranquilos. Encuestas de penúltima hora, sondeos a pie de urna y, finalmente, la noche electoral y la madrugada que festeja la gran noticia: el negro Obama es el nuevo presidente de nuestra Patria (perdón, de los EEUU de América). Ha sido un triunfo de la igualdad de razas. La discriminación ha recibido un duro golpe. Glosando a Antonio Machín, el que cantaba que "a los negritos buenos también los quiere Dios", debo decir que, el pueblo americano ha elevado al "cielo" de la Casa Blanca a un hombre negro. Pero no lo ha puesto ahí por su color sino por su valía. Un hombre que ha sabido concitar a su alrededor a negros y blancos, hombres y mujeres, mayores y jóvenes, resucitando el viejo y siempre nuevo "sueño" de Martin Luter King. Me gusta el triunfo de Obama porque es un hombre que ama la vida, defiende la vida y proclama que está en contra del aborto. Me gusta el triunfo de Obama porque tiene la valentía de decir que el rojo o el azul de los partidos debe estar siempre bajo el amor de la Patria Americana y lo dice rodeado de múltiples banderas cuajadas de barras y estrellas. Me gusta el triunfo de Obama porque no se avergüenza de terminar el primer discurso, una vez elegido, con estas palabras:"Que Dios os bendiga. Que Dios bendiga a los EEUU de América". Y me gusta que tenga en la oposición a un rival vencido que dice: "Dios ilumine a mi nuevo presidente". ¡Qué envidia!