Si el ceramista y escultor almendralejense, Pedro Navia, levantara la cabeza, se deleitaría con la que, posiblemente, fuera su obra más romántica y capital. Hace ya 60 años que Pedro Navia se marchó para siempre y esta historia que vais a leer a continuación no le tiene a él como protagonista. Pedro Navia nunca se imaginaría que una pandemia así podría mantener a tantos españoles reclutados en sus casas durante tantos días. Y, ni mucho menos, que dentro de la calle que lleva su nombre se forjaría una de las historias más entrañables que va a dejar la cuarentena en esta ciudad.

A nadie se le escapa que las vivencias durante el Estado de alarma y las horas largas de cada familia en los hogares, nos han hecho mirar más que nunca por las ventanas para ver qué vida hay en nuestro entorno. Los balcones han sido rincones para la esperanza y confesionarios de las relaciones humanas. Las relaciones entre vecinos se han estrechado más que nunca. Y en la calle Pedro Navia, de Almendralejo, algo les ha unido para siempre.

“Hemos conocido a nuestros vecinos. Hemos compartido pensamientos, felicidad y penas. Hemos vivido juntos los aplausos de las ocho, la Semana Santa con procesiones en los balcones o el vía crucis del Jueves Santo. Nos hemos puesto las pañoletas rojas para celebrar San Marcos y, ahora, decoramos la calle para las Cruces de Mayo. Y hemos celebrado cumpleaños. Y nos hemos apoyado entre nosotros cuando los momentos no eran buenos y necesitábamos esperanza”, relata un vecino.

Esta interrelación continua dio paso a la creación de un grupo de WhatsApp “que ha sido un apoyo en nuestras vidas para saber que no estábamos solos”, relata Joaquín Gil, uno de esos vecinos que decide contar esta historia en nombre de todos.

De izquierda o de derecha, del Barça o del Madrid, más ricos o más pobres, de clase más alta o más baja. Todo aparcado por esa necesidad de estar el uno al lado del otro. Hace unas semanas, decidieron comprar unas huchas de hojalata. Las ‘huchas solidarias’ le han llamado. “La finalidad es aportar lo que cada uno quiera o pueda para ayudar a las personas que más lo necesitan”. Esa hucha ha ido pasando de casa a casa, de bloque en bloque, “siempre desinfectándola con alcohol”, aclaran con sensible concienciación. Casi 300 euros salidos del corazón de todos ellos.

Después de hacer una votación democrática, han decidido repartir el dinero a partes iguales entre el Economato Social de la Fundación San Juan de Dios, las monjas de Santa Clara y la asociación Provida. Saben que hay muchos otros colectivos más, por eso avisan que “intentaremos hacer más campañas con el cambio de armario para ver si podemos aportar ropa a Cáritas o Cruz Roja”.

Los vecinos de la calle Pedro Navia avisan que “no queremos protagonismo, sólo despertar en nuestros vecinos el gen de la caridad y decirles que, si les gusta la iniciativa, que no lo duden y la pongan en marcha, pues es momento de arrimar el hombro entre todos”.

Pedro Navia elaboró piezas muy valiosas en su fábrica de Triana fundada en Sevilla, elaboró trabajos muy destacados para la Plaza de España o el parque de María Luisa y cuenta con innumerables obras de gran calibre por toda Extremadura y Almendralejo. Pero lo que nunca sabría este escultor es que serían sus vecinos, los de la calle que ahora tiene su nombre, los que harían su obra más romántica. La que sale del corazón.