TLta Puerta del Sol de Madrid se ha convertido en símbolo de la insatisfacción de millares de jóvenes -y no tan jóvenes- que no se sienten identificados con la manera de enfocar la vida -y el modo de vivirla- que tenemos los mayores. Hemos perdido, o mejor, hemos dejado que nos roben las virtudes cristianas y los valores humanos en que fuimos educados de pequeños y nuestros muchachos y chicas no ven en nosotros modelos dignos de imitar. Otra plaza europea, la Josip Jelacic de Zagreb, en Croacia, fue escenario hace quince días de la reunión de miles de jóvenes con Benedicto XVI. Los muchachos sorprendieron a los que, personalmente o por TV., siguieron el acontecimiento. El clima de oración y el recogimiento de los que llenaban la céntrica plaza croata, la convirtieron en templo al aire libre. El Papa les decía valientemente: "Jesús es un maestro que no embauca a sus discípulos. Nos dice que el camino con El requiere esfuerzo y sacrificio personal, pero que vale la pena". A los que, deslumbrados por falsas promesas de éxito fácil y de estilos de vida que privilegian las apariencias del "tener" y del "triunfar", en detrimento del "ser" y de la "interioridad", les animaba a "no ceder a la tentación de poner la confianza absoluta en el bienestar y en las cosas materiales renunciando a descubrir la verdad que va más allá, como una estrella del cielo donde Cristo quiere llevarnos". No estaría mal que los mayores diéramos ejemplo de que este esfuerzo y estos sacrificios a que alude el Papa, son imprescindibles para conseguir una sociedad más justa y para lograr que los hombres y mujeres de hoy en día seamos más solidarios y más cristianos.