TDte pequeño oí no pocas veces esta frase. Pero no en mi casa, gracias a Dios. Entre los amigos, el más bravucón, cuando no hacíamos lo que él quería, nos amenazaba con la mano levantada y los ojos fuera de sus órbitas: "¡Que te rompo la cara!" Era el comienzo de la violencia. Mejor dicho: era ya la violencia misma hecha palabra que, después, se convertía en el hecho injusto, doloroso e indigno del bofetón. El Papa estuvo en Madrid. Ha sido acogido con los brazos abiertos por centenares de miles de jóvenes y mayores, españoles y extranjeros, que lo esperaban con cariño. Pero... también hubo una minoría "minoritaria" que, lejos de unirse a la cordial bienvenida quiso hacerse oír. El colectivo "Cuerpos feministas laicos" tuvo la "inteligente" ocurrencia de editar profusamente el retrato del Papa, con la cara rasgada, y con esta inscripción: "Rómpele la cara al Papa". Y como, lógicamente, no se la pudieron romper en persona, lo hicieron delante de Iglesias y santuarios, partiendo en mil pedazos los retratos que habían mandado imprimir. No estaban de acuerdo con lo que Benedicto XVI predica y, ¡claro! se lo tienen que hacer saber partiéndole la cara. ¿Tendrán hijos estas mujeres? Si los tienen, lo siento por ellos. Porque si ya desde pequeños oyen a sus madres, primero, que hay que romperle la cara al Papa y, luego, las ven rompiéndosela en fotografías, me imagino lo "tolerantes" que serán de mayores con quienes no piensen como ellos, lo "dialogantes" que se mostrarán a la hora de sopesar la parte de verdad que puedan tener sus oponentes y lo "respetuosos" que se manifestarán con sus adversarios ideológicos, políticos, religiosos... ¡Pobres hijos! ¡Pobres muchachos!